jueves, 18 de octubre de 2018

The Beatles: Monteras, flamenco y vinos de Jerez


1 de julio de 1965. 17.40 hrs., sol deslumbrante, calor intenso. Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr, junto a sus asistentes de confianza Neil Aspinall y Mal Evans y un chófer particular, aterrizan en el aeropuerto madrileño de Barajas procedentes de Niza (Francia) para finalizar su gira europea en España. Unas 200 personas entre periodistas y aficionados se agolpan para ver de cerca a The Beatles con gran expectación. Los cuatro músicos de Liverpool bajan del avión, saludan y se dirigen hacia el Cadillac que les llevará al hotel donde se hospedan, el Fénix, en el Paseo de la Castellana. Allí descansan un rato antes de ofrecer una rueda de prensa. Una esperpéntica sucesión de preguntas que versan más sobre su personalidad y aspecto físico que sobre su música. Tras la comparecencia ante los medios se van a sus suites aunque muchos seguidores los buscan por las calles de la capital deseando encontrarlos en una juerga que, al parecer, sólo se produjo en las habitaciones.

2 de julio. El día comienza con una recepción en el mismo establecimiento, organizada por bodegas de Jerez. Estampan sus firmas en unos barriles y beben buenos caldos en una fiesta amenizada por las hermanas Hurtado vestidas de faralaes. Spain is different. Pero a
ellos les da igual. Conocían el país, ya habían estado de vacaciones y venían a divertirse a un lugar que identificaban como la tierra de los toros, el flamenco y demás tópicos. No les importaba el dinero ni la fama, ya la tenían en otros países de más relevancia para sus canciones. Por la tarde realizan entrevistas y por la noche se van camino de la Plaza de Toros de las Ventas donde iban a dar su primer concierto.

20.30 hrs. Gran despliegue policial dentro y fuera del coso madrileño. Poco público, menos de media entrada para un aforo previsto de entre 18.000 y 20.000 personas. El precio tampoco ayuda, entre 75 y 400 pesetas, un buen desembolso para la época. Muchos acuden para escucharlos desde fuera y a otros no se les permite el acceso por llevar indumentaria o aspecto sospechosos.

Comienza la gala, presentada por el televisivo Torrebruno, en la que actúan un buen número de teloneros, entre ellos Los Pekenikes. Tras una hora de conciertos, salen The Beatles. La gente se viene arriba. Saltos, gritos, vítores; gran recibimiento. Pero el espectáculo sabe a poco. Entre 30 y 40 minutos, 12 canciones y un pésimo sonido. Terminan de tocar, se apagan las luces y se van. A la salida, la policía carga contra la gente que se desplazaba para coger el metro. Había un miedo desproporcionado a que se produjera la más mínima aglomeración.


3 de julio. 16.30 hrs. The Beatles aterrizan en el aeropuerto de El Prat, Barcelona. Les regalan monteras, muñecas vestidas de flamenca y llaveros. Ellos no dudan en ponerse los sombreros y en subir y bajar varias veces las escaleras del avión para ser fotografiados. De nuevo en Cadillac se dirigen al Hotel Avenida Palace. Poco después, nueva rueda de prensa, similar en surrealismo a la de Madrid. Tras ella, se preparan y se dirigen a la Plaza de Toros Monumental de la ciudad condal para ofrecer su segundo y último concierto en España.

21:00 hrs. Otro nutrido grupo de teloneros, con los locales Los Sírex como destacados. Mucho más público, prácticamente lleno, entre 12.000 y 18.000 espectadores (tanto en Madrid como en Barcelona existe poco acuerdo en el número de asistentes), y menos control policial. 10.45 hrs. salen los Fab Four. Mismo repertorio, idéntica duración y similar sonido. En cuanto acaban, salen a festejar el fin de gira. Vuelven al hotel bebidos y con chicas, donde continúan la fiesta. Ruidos, risas, música, botellas y ropa tirada por la habitación. Así finalizaban los cuatro días en los que los grandes iconos de la música popular del siglo XX visitaron nuestro país.


Las negociaciones para que The Beatles actuaran en España no fueron fáciles. En un país atrasado y sumido en la dictadura franquista, el Gobierno y un amplio sector de la prensa no veían con buenos ojos la llegada de los cuatro de Liverpool, a los que intentaban desprestigiar, considerándolos una amenaza para los valores de la juventud y tildándolos de “melenudos y revolucionarios”. Por eso existen estos vídeos con mezclas de imágenes y sonidos, ya que desde el Noticiario Oficial (el No-Do) se intentó enmascarar el éxito de los Fab Four en nuestra tierra, ofreciendo más detalles del concierto de Madrid (con menos afluencia de público, motivada en parte por la masiva presencia policial) que el de Barcelona, donde todo se desarrolló como cabía esperar de un evento de tales características.


3 millones de pesetas costó convencer al manager de la banda, Brian Epstein, para que actuaran aquí. Pero el promotor del espectáculo, Francisco Bermúdez, se encontraría con más obstáculos. La banda aún no era excesivamente famosa entre la población, sus discos no se vendían mucho (tampoco es que existiese una gran distribución) y en los hogares tampoco abundaban los reproductores.

A esto sumemos que, aunque España empezaba a desarrollar una política aperturista para atraer el turismo y favorecer la economía, la reticencia a que vinieran The Beatles provocó el retraso de los permisos que debía otorgar el Ministerio de Gobernación. Pero unos días antes recibían la propuesta para ser nombrados Caballeros de la Orden del Imperio Británico por la Reina Isabel II y el Gobierno español tuvo miedo que su negativa provocara un conflicto diplomático. Finalmente se arregló todo y la visita de estos genios que cambiaron la música, las costumbres y hasta la forma de vestir de la juventud, supuso una esperanza de libertad para un país que comenzaba a dar sus primeros síntomas de prosperidad.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 4 de julio de 2013.

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