1
de julio de 1965. 17.40 hrs., sol deslumbrante, calor intenso. Paul
McCartney, John
Lennon, George
Harrison y Ringo
Starr, junto a sus
asistentes de confianza Neil Aspinall y Mal Evans y un chófer
particular, aterrizan en el aeropuerto madrileño de Barajas
procedentes de Niza (Francia) para finalizar su gira europea en
España. Unas 200 personas entre periodistas y aficionados se agolpan
para ver de cerca a The
Beatles con gran
expectación. Los
cuatro músicos de Liverpool bajan del avión, saludan y se dirigen
hacia el Cadillac que les llevará al hotel donde se hospedan, el
Fénix, en el Paseo de la Castellana. Allí descansan un rato antes
de ofrecer una rueda de prensa. Una esperpéntica sucesión de
preguntas que versan más sobre su personalidad y aspecto físico que
sobre su música. Tras la comparecencia ante los medios se van a sus
suites aunque muchos seguidores los buscan por las calles de la
capital deseando encontrarlos en una juerga que, al parecer, sólo se
produjo en las habitaciones.
2
de julio. El día comienza con una recepción en el mismo
establecimiento, organizada por bodegas de Jerez. Estampan sus firmas
en unos barriles y beben buenos caldos en una fiesta amenizada por
las hermanas Hurtado vestidas de faralaes. Spain is different.
Pero a
ellos les da igual. Conocían el país, ya habían estado de
vacaciones y venían a divertirse a un lugar que identificaban como
la tierra de los toros, el flamenco y demás tópicos. No les
importaba el dinero ni la fama, ya la tenían en otros países de más
relevancia para sus canciones. Por la tarde realizan entrevistas y por la noche se van camino de la Plaza
de Toros de las Ventas
donde iban a dar su primer concierto.
20.30
hrs. Gran despliegue policial dentro y fuera del coso madrileño.
Poco público, menos de media entrada para un aforo previsto de entre
18.000 y 20.000 personas. El precio tampoco ayuda, entre 75 y 400
pesetas, un buen desembolso para la época. Muchos acuden para
escucharlos desde fuera y a otros no se les permite el acceso por
llevar indumentaria o aspecto sospechosos.
Comienza
la gala, presentada por el televisivo Torrebruno, en la que actúan
un buen número de teloneros, entre ellos Los Pekenikes. Tras una
hora de conciertos, salen The Beatles. La gente se viene arriba.
Saltos, gritos, vítores; gran recibimiento. Pero el espectáculo
sabe a poco. Entre 30 y 40
minutos, 12 canciones y un pésimo sonido.
Terminan de tocar, se apagan las luces y se van. A la salida, la
policía carga contra la gente que se desplazaba para coger el metro.
Había un miedo desproporcionado a que se produjera la más mínima
aglomeración.
3
de julio. 16.30 hrs. The Beatles aterrizan en el aeropuerto de El
Prat,
Barcelona. Les regalan
monteras, muñecas vestidas de flamenca y llaveros. Ellos no dudan en
ponerse los sombreros y en subir y bajar varias veces las escaleras
del avión para ser fotografiados. De nuevo en Cadillac se dirigen al
Hotel Avenida Palace. Poco después, nueva rueda de prensa, similar
en surrealismo a la de Madrid. Tras ella, se preparan y se dirigen a
la Plaza de Toros Monumental
de la ciudad condal para ofrecer su segundo y último concierto en
España.
21:00
hrs. Otro nutrido grupo de teloneros, con los locales Los Sírex como
destacados. Mucho más público, prácticamente lleno, entre 12.000 y
18.000 espectadores (tanto en Madrid como en Barcelona existe poco
acuerdo en el número de asistentes), y menos control policial. 10.45
hrs. salen los Fab Four. Mismo
repertorio, idéntica duración y similar sonido.
En cuanto acaban, salen a festejar el fin de gira. Vuelven al hotel
bebidos y con chicas, donde continúan la fiesta. Ruidos, risas,
música, botellas y ropa tirada por la habitación. Así finalizaban
los cuatro días en los que los grandes iconos de la música popular
del siglo XX visitaron nuestro país.
Las
negociaciones para que The Beatles actuaran en España no fueron
fáciles. En un país atrasado y sumido en la dictadura
franquista, el Gobierno y un amplio sector de la prensa no veían con
buenos ojos la llegada de los cuatro de Liverpool, a los que
intentaban desprestigiar, considerándolos una amenaza para los
valores de la juventud y tildándolos de “melenudos
y revolucionarios”. Por
eso existen estos vídeos con mezclas de imágenes y sonidos, ya que
desde el Noticiario Oficial
(el No-Do) se intentó enmascarar
el éxito de los Fab
Four en nuestra tierra, ofreciendo más detalles del concierto de
Madrid (con menos afluencia de público, motivada en parte por la
masiva presencia policial) que el de Barcelona, donde todo se
desarrolló como cabía esperar de un evento de tales
características.
3
millones de pesetas costó
convencer al manager de la banda, Brian
Epstein, para que actuaran
aquí. Pero el promotor del espectáculo, Francisco
Bermúdez, se encontraría
con más obstáculos. La banda aún no era excesivamente famosa entre
la población, sus discos no se vendían mucho (tampoco es que
existiese una gran distribución) y en los hogares tampoco abundaban
los reproductores.
A esto sumemos que, aunque España empezaba a desarrollar una política aperturista para atraer el turismo y favorecer la economía, la reticencia a que vinieran The Beatles provocó el retraso de los permisos que debía otorgar el Ministerio de Gobernación. Pero unos días antes recibían la propuesta para ser nombrados Caballeros de la Orden del Imperio Británico por la Reina Isabel II y el Gobierno español tuvo miedo que su negativa provocara un conflicto diplomático. Finalmente se arregló todo y la visita de estos genios que cambiaron la música, las costumbres y hasta la forma de vestir de la juventud, supuso una esperanza de libertad para un país que comenzaba a dar sus primeros síntomas de prosperidad.
Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 4 de julio de 2013.
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