miércoles, 17 de octubre de 2018

La sublimación del scat

Ella Jane Fitzgerald, ‘La Primera Dama de la Canción’ (Newport News, Virginia 1917-Beverly Hills, California, 1996), está considerada como una de las grandes figuras del jazz vocal por su influencia e importancia en el género. No obstante, interpretó distintos estilos musicales con excepcional maestría gracias a su versátil y potente voz.

Tuvo una infancia difícil y, tras la separación de sus padres, se fue a vivir con su madre a Yonkers, Nueva York. Se inició en la música a los 16 años ganando un concurso de jóvenes talentos en el Teatro Apollo de Harlem. Ella participaba como bailarina pero, al salir al escenario, se puso nerviosa y en el último instante decidió cantar, llamando la atención de los allí presentes. Esto le valió para formar parte como vocalista de la orquesta de Chick Webb y, tras la muerte de éste, dirigirla. Cansada de la responsabilidad y del arduo trabajo que conllevaba comandar la banda, decide disolverla e iniciar su brillante carrera como solista.

Sus primeros discos para Decca ya habían tenido bastante éxito pero es en 1956 cuando el dueño y fundador del sello Verve Records, Norman Granz, la apadrina y se convierte en su manager, comenzando una nueva etapa que le llevaría al estrellato.


Norman Granz. 1947. Foto: William P. Gottlieb
El productor y empresario era muy conocido por realizar las giras Jazz at the Philharmonic (JATP) por todo el mundo, espectáculos itinerantes con los mejores instrumentistas de jazz de los años 40,50 y 60 en los que acercaba a los escenarios de las grandes salas de conciertos las ‘jams sessions’ que se celebraban en los sótanos de los clubes. Fitzgerald se convierte de esta forma en uno de los principales iconos del elenco de artistas de JAPT y su popularidad va en aumento gracias al apoyo de la crítica.

Sus colaboraciones con otros grandes del jazz -Count Basie, Stan Getz o Louis Armstrong- dieron lugar a grandes trabajos discográficos, pero lo que más fama le generó fueron sus Song books, álbumes en los que adaptó al jazz vocal las piezas de los mejores compositores americanos del siglo XX como Cole Porter, Duke Ellington o los hermanos Ira y George Gershwin.

Apoteosis en Berlín

Ella Fitzgerald también es recordada por su habilidad para improvisar mientras cantaba. Esa capacidad era llevada a la práctica mediante el scat, un tipo de improvisación vocal con palabras y sílabas sin aparente sentido que hacen convertir la voz en un instrumento más, permitiendo crear diferentes melodías y ritmos a partir de esos sonidos. Aunque el scat se practica desde principios del siglo XX y se ha incorporado a distintos estilos musicales, fue ella quien consiguió elevarlo a su máxima expresión.


El momento álgido del desarrollo de esta técnica por la cantante llegaría el 13 de febrero de 1960 en el concierto que ofreció ante 10.000 espectadores en el Deutschlandhalle de Berlín y que posteriormente se editaría como LP. Sin duda, la referencia más importante de Ella Fitzgerald para Verve: Ella in Berlin: Mack the knife. Un álbum incluido en el Salón de la Fama de los Grammy por su calidad y relevancia histórica y con el que consiguió el premio a la mejor interpretación vocal femenina (tercer año consecutivo que lo conseguía) y mejor canción, la que da título al disco.

Ella, tras ofrecer parte de su excelente repertorio, quería sorprender al público con una canción alemana. Y escogió Die moritat von Mackie messer en su versión adaptada al inglés por Marc Blitzstein. Un tema de 1928 con letra de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill, que un año después se incluyó en la obra teatral Die dreigroschenoper (La ópera de los cuatro cuartos -o de los tres centavos-), interpretada por la mujer de Weill, Lotte Lenya.

Fitzgerald nunca la había cantado y antes de salir al escenario aún la estaba memorizando. Cuando llega el turno de Mack the knife olvida la letra y comienza a improvisar. Su inicio es bueno aunque ya había advertido al respetable: “esperamos recordar todas las palabras”. En la segunda estrofa le asaltan las dudas, para la tercera tiene que inventar y en la cuarta, ya metida en la inercia de la actuación, pregunta con inusitada naturalidad y sin abandonar el ritmo ni la melodía: “¿cuál es la siguiente estrofa?”. A partir de aquí todo un derroche de inspiración, la cima del scat. Es cuando incluye en la canción a Louis Miller, Bobby Darin y Louis Armstrong, al que también imita sobre la marcha durante la séptima estrofa.


A finales de la década de los 60 y principios de los 70, Ella Fitzgerald siguió grabando discos esenciales de la historia del jazz pero en las discográficas Reprise y Capitol, mientras que, al final de su carrera, volvería a colaborar con Norman Granz, acompañando a éste en su nueva aventura con el sello Pablo. Enferma de diabetes, falleció en 1996 muy mermada tras la pérdida progresiva de visión y habérsele tenido que amputar las dos piernas tres años antes. Se iba una de las vocalistas más exitosas que ha dado la música popular del siglo pasado dejando como recuerdo su legado artístico, que podemos resumir en 40 millones de discos vendidos y 13 premios Grammy.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 25 de abril de 2013.

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