viernes, 30 de octubre de 2020

‘Jazz en español. Derivas hispanoamericanas’, de Julián Ruesga Bono (ed.)

Esta no es una novedad editorial. Sin embargo, mantiene su vigencia. Además, el propio carácter de la publicación y de la música aquí tratada hacen que estemos ante un trabajo en constante evolución y, por tanto, imposible de presentar en una obra cerrada. De hecho, este texto fue lanzado originalmente en 2013 y en 2017 alcanzó su, hasta la fecha, cuarta edición. Aunque la que llegó a mis manos y reviso ahora es la tercera, de 2016 y con marchamo del Instituto de Etnomusicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Jazz en español. Derivas hispanoamericanas es un compendio de las historias del jazz facturado en los países de habla española a través de las aportaciones de quince expertos en la materia de cada nación con la coordinación del escritor y crítico cultural Julián Ruesga Bono, quien también firma el primer capítulo y el prefacio. En éste, Ruesga indica que el libro es una especie de continuación/ampliación de otro volumen bajo su dirección, In-fusiones de jazz (Arte-facto, colectivo cultura contemporánea, 2011), en el que varias voces autorizadas, entre las que están Chema García Martínez, Luis Clemente o él mismo, describen el desarrollo y la transformación del género desde los años cincuenta y sus hibridaciones con otros lenguajes como el del flamenco, las músicas latinas, la electrónica o las tecnologías digitales.

En este nuevo acercamiento al mundo del jazz desde la perspectiva de los territorios castellanoparlantes se entremezclan el pasado y el presente de las escenas analizadas con el objetivo de crear vínculos que estimulen su futuro. Por eso, a parte de la música, son abordadas las características de otros agentes que lo convierten no sólo en un estilo musical sino en todo un fenómeno cultural: medios de comunicación, discográficas, productores, público, escuelas o festivales, tan importantes para la divulgación y tan responsables de su consolidación y crecimiento. Por supuesto, no faltan las figuras más destacadas de cada época, mientras que, por el rigor académico que destila, resulta inevitable la sucesión de listas bibliográficas, discográficas y filmográficas, así como programas de radio y televisión y las referencias digitales que proliferan desde algunos años atrás. Este acopio documental, al mismo tiempo que justifica los datos, sirve de excelente guía para nutrirse de ingente información sobre el jazz procedente de estas latitudes.

Por su parte, el relato histórico-musical de cada país muestra diferentes métodos de planteamiento atendiendo a las peculiaridades de cada región, si bien la mayoría cuenta con un rico acervo de ritmos autóctonos y un arraigado folclore. De esta manera, nos encontramos con exposiciones más o menos cronológicas de hitos, como las que realizan Sergio Pujol sobre el jazz en Argentina, Sergio Calero de Bolivia, Álvaro Menanteau en Chile, Juan Franco sobre Colombia, Juan Mullo Sandoval en Ecuador, Alain Derbez sobre México y Darío Tejeda del Caribe, concretamente en las Antillas hispanohablantes y francófonas. Por otro lado, nos topamos con otras más condicionadas por la escasez de investigaciones, de discos editados o la exigua aceptación del oyente, por lo que el relato estaría aún por completarse, siendo éstos los acercamientos iniciales a la cuestión en algunos casos. Son los ejemplos de Paraguay, redactado por Germán Lema; Perú, por José Ignacio López Ramírez-Gastón; Venezuela, a cargo de Dimitar Correa; y de la complejidad de América Central, donde existen pocos datos más allá de ciertos músicos actuales, especialmente en El Salvador, según explica Luis Monge.

Otros autores, como Joaquín Borges-Triana sobre Cuba, optan por repasar la crónica jazzística prestando atención a la buena salud de las propuestas más recientes y su vinculación con festivales y concursos trascendentales; entretanto, para Uruguay, la fórmula elegida es la de una retrospectiva desde el punto de vista del antropólogo y músico Luis Ferreira a través del intercambio de impresiones y la narración de anécdotas. En cuanto a nuestra geografía, el historiador y doctor en musicología Iván Iglesias efectúa un prodigioso ejercicio de síntesis para mostrar la recepción, difusión y consumo del jazz en relación con los diversos procesos sociales, políticos, culturales y estéticos que lo acompañaron. Por último, Berenice Corti ofrece un capítulo final en el que abre un turno de debate y futuras vías de indagación con asuntos como el origen, la identidad, la nacionalidad o la tradición del jazz.

Las 400 páginas de esta suerte de atlas sonoro denominado Jazz en español. Derivas hispanoamericanas, ambicioso proyecto colaborativo que necesitó de más de tres años de esfuerzo para poder ver la luz en su momento, supone una excelente oportunidad para derribar muros y mitos y una inmejorable pauta para conocer las aventuras de un género en zonas en las que tradicionalmente no reparamos, además de alentar al descubrimiento de exquisitas grabaciones y curiosidades que confirman los atributos asociados al jazz, una música global, intercultural y en irrefrenable progreso.


Jazz en español. Derivas hispanoamericanas. Julián Ruesga Bono (editor). Instituto de Etnomusicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú/Arte-Facto. Lima (Perú), 2016. 411 páginas. ISBN: 978-612-45070-2-1. 

jueves, 22 de octubre de 2020

Salvia, un vergel de cultura independiente

Los días 23 y 24 de octubre están marcados en verde en el calendario de los aficionados a la música, el cine y demás artes. En verde, como la vegetación del Jardín Botánico-Histórico La Concepción de Málaga, que ejercerá de impresionante recinto para las nuevas jornadas de cultura sonora Salvia, un evento extraordinario que ahora brota en el terreno agreste en el que se ha convertido este año atípico año para el sector del espectáculo.

Diseño cartel: Álvaro Fernández (@unbuentipo)
Ilustraciones: Benjamin Fawcett, rawpixel,
Shirley Hibberd.

Detrás de la organización del apetitoso menú se encuentran los equipos de la sala Velvet Club y de Moments Festival / Staf Magazine, cuyos responsables, Juan Diego Altamirano y Juan José Moya, respectivamente, nos decían sobre la gestación de Salvia: “Llevábamos años queriendo hacer un proyecto juntos y, después de que Juanjo encontrara el concepto, el entorno y el nombre de las jornadas, le fuimos dando forma poco a poco. La idea es realizar una actividad cultural y musical de calidad y de una manera que nosotros creemos que es la más apropiada”. Todo un acontecimiento para 200 privilegiados, que agotó las entradas a las pocas horas de ser puestas a la venta a principios de septiembre y donde, ni que decir tiene, se cumplirán con todos los protocolos sanitarios establecidos por las autoridades para que todo se desarrolle con seguridad.

De esta manera, el programa previsto se desarrollará en dos escenarios al aire libre que acogerán las actuaciones de la mayor variedad de especies del panorama musical malagueño. Semillas para la vida en forma de pop, rock, electrónica, flamenco, jazz, etc.:

Ballena. De la factoría Subterfuge, una cooperativa de veteranos músicos de la escena que podrá darle recorrido a su último LP, publicado a principios de año.

Break the Senses. Power trío de Vélez-Málaga de potente sonido y con vocación internacional; su más reciente álbum se titula Future, love & chaos.

Bromo. Propuesta de música electrónica y arte digital de Paloma Peñarrubia (a.k.a. Las Flores No Lloran) y Azael Ferrer.

CaraduSanto. El músico, pintor y diseñador de joyas Juanjo García Martín es la persona detrás de este proyecto que “busca paisajes hipnóticos llenos de armonía y crea beats a través de ruidos de instrumentos analógicos”.

Duro Vino. Colectivo de arte, música y pensamiento crítico formado por el artista plástico y visual Miguel Retamero y la pianista y artista sonora Carmen Morales.

Lüüü. Proyecto electrónico y experimental de Juanlu Barlow, músico underground que también ha formado parte de la Static Band o Three Broken Tapes.

Jamie 4 President. Cuarteto de la escudería BCore formado por Jamie R. Green, Pablo González, Xavi Calvet y Borja Pérez, de actitud punk y un sonido que viaja entre el indie rock, el emo y el power pop.   

Delia Membrives & José Naranjo. Cantaora y guitarrista flamencos.

Kermit. Cuarteto instrumental de post-rock y jazz-rock. Su último trabajo, de 2014, es un homenaje a la revista de poesía Litoral.

Luz Prado. Violinista, improvisadora y artista sonora.

MauriFunk, pop y rock desde Toledo de un trío con grandes vínculos malacitanos.  

Noelia Naval & Danielle. Rendirán homenaje, en formato acústico, a las mejores voces femeninas del jazz, el soul y el blues. 

Notes To Myself. Cuarteto de indie rock que, después de un largo parón, vuelve con fuerza. Sus últimas referencias son los EP’s Embers y Space cowboys.

Pepo Galán. Compositor, multiinstrumentista, productor y cofundador del sello de música experimental El Muelle Records.

Sorry Kini. Cuarteto de post-rock que prepara nuevas grabaciones tras varios años de trayectoria.

Trío Zwicky. Formación de jazz de guitarra, contrabajo y batería que mezcla elementos de la música contemporánea e improvisación libre.

Igualmente, se proyectarán cuatro documentales, Drunk O Rama. Historias de un bar (Isabel Pajares, 2020), Salad days: A decade of punk in Washington, DC 1980-89 (Scott Crawford, 2014), Don’t break down: A film about Jawbreaker (Tim Irwin/Keith Schieron, 2017) y The jazz loft according to W. Eugene Smith (Sara Fishko, 2015). Además, habrá momentos para andarse por las ramas con las tertulias y los encuentros sobre los míticos 713avo Amor (“Entre la poesía y la leyenda”), en el que dos de sus miembros rememorarán su historia y charlarán con Miguel Navarro (Alone Records, Kromatik), entre otras cosas de, atención, planes de futuro; las mujeres artistas de Málaga, en el que las participantes del cartel analizarán su realidad dentro de la industria musical; los bares y los directos en la ciudad, con intervención de Daniel Romero del ‘Drunko’ y el propio Altamirano; y una conferencia a cargo del periodista y sociólogo José Manuel Rojas bajo el título de “Flamenco: ni caminos ni fronteras”.    

Esperemos que Salvia eche raíces e insufle aire fresco a la tan maltrecha escena cultural para que próximamente germine otra edición y nos permita ver el bosque de la esperanza sin que, por ello, dejemos de disfrutar contemplando los árboles.

lunes, 19 de octubre de 2020

Pablo Mazuecos: 'Hace falta una revolución de la música en directo'

El director de Clasijazz Almería nos recibe en la cafetería de este referente del género en nuestro país desde 1998 y que ha acogido en su escenario a enormes figuras de la historia del jazz como Brad Mehldau, Sheila Jordan, Benny Golson o Lee Konitz. Aprovechamos la distendida conversación con Mazuecos, aromatizada con café recién hecho, para conocer cómo han sobrellevado estos tiempos nuevos y salvajes y cuáles serán los caminos por los que discurrirá la sala sin que la incertidumbre actual afecte a su misión de predicar, educar y emocionar con la cultura. 

Aspecto de la sala de conciertos. Foto cedida por Pablo Mazuecos, Clasijazz.

¿Cómo has pasado estos últimos meses, Pablo?

Pues bien, aunque han sido difíciles. Principalmente, activando muchas iniciativas que por falta de tiempo nunca habíamos preparado, tanto en mi trabajo en el conservatorio, telemáticamente, como en Clasijazz.

¿Y cómo los ha vivido Clasijazz?

Con algunas dificultades, pero bien, resistiendo. Se tuvieron que parar todas las escuelas de música, se anularon las clases de baile swing, que son muy importantes para nosotros, ya que cuentan con 120 inscritos... Después se hizo la conversión online de los talleres...

Como consecuencia de la no presencialidad de los alumnos de la escuela, la cifra de nuestros socios bajó de 600 a 400. Igualmente, sufrimos la falta de ingresos por las consumiciones de la cafetería durante los conciertos. Sin embargo, la sostenibilidad económica del local ha sido posible, sobre todo, por la fidelidad absoluta de la mayoría de los socios, que han seguido contribuyendo a la causa.

¿Habéis recibido alguna ayuda o apoyo de la Administración?

Acabamos de recibir la primera ayuda, la de la Junta de Andalucía destinada a salas y espacios culturales por cancelación de la programación como consecuencia de la COVID-19, que nos ha venido muy bien para liquidar ciertas deudas. Pero poco más por ahora.  

No obstante, según hemos podido saber, durante el confinamiento también se han consolidado interesantes proyectos que tal vez hubiesen sido más difíciles de materializar con la carga de trabajo habitual que tenéis. Cuéntanos más detalles.

Efectivamente. Uno muy ilusionante ha sido la creación de la primera asociación de big bands de España, ABbE, con más de un centenar de formaciones participantes y sobre cuya actividad se puede conocer más en su página web.

Por otra parte, ya es una realidad Jazz Advanzed Clubs, una marca bajo la cual seis salas vamos a trabajar en objetivos afines como en la organización de giras, en compartir artistas nacionales e internacionales, facilitar entradas a los locales y programar otras actividades culturales. Se trata de Jimmy Glass Jazz en Valencia, Sunset Jazz Club en Girona, BJC Bilbaína Jazz Club en Bilbao, Jazzazza en Algezares, Murcia, Clarence Jazz Club en Torremolinos, Málaga y Clasijazz en Almería, cuya característica común es que están situados en la periferia, fuera de los circuitos habituales de grandes capitales como Madrid o Barcelona. A la espera de que se retome la actividad en estos lugares, actualmente estamos inmersos en la finalización de la página web. 

Asimismo, en esas fechas de encierro, habéis ofrecido un contenido online especial y de mucha calidad.

Así es. Este se basó en The Clasijazz Show, un espacio de conversaciones y entrevistas con grandes figuras como Marco Mezquida, Joan Chamorro, Andrea Motis o Enrique Oliver. Más de una decena de episodios que pueden seguir viéndose en el canal de YouTube. Otro puntal fundamental fue el especial de 24 horas que se realizó el 30 de abril con motivo del Día Internacional del Jazz, y que tuvo una gran aceptación. Y también se emitieron conciertos desde otros países que, en su momento, no tenían medidas tan restrictivas como las nuestras, como era el caso de Dinamarca.

El pasado 17 de septiembre, el mundo del espectáculo y los eventos se manifestaba, a través del movimiento #AlertaRoja, para dar visibilidad a la grave situación que atraviesa como consecuencia de la crisis provocada por el coronavirus. ¿Qué medidas crees que podrían llevarse a cabo para revitalizar el sector?

La periodicidad. Que haya una continuidad real en el trabajo del músico, que exista un circuito de pequeños sitios, autogestionados, aunque cuenten también con ayuda pública, en los que puedan actuar durante todo el año. El sueldo no puede depender puntualmente de los festivales y las grandes citas, que están geniales, pero es que ahora se ha visto cómo se ha tambaleado la estabilidad de los artistas y de todo lo que rodea la actividad cultural.

Siempre os estáis reinventando, pero ahora os habéis visto obligados a hacerlo por los efectos de la pandemia. ¿Cómo habéis adaptado vuestra programación mensual?

Lo hemos adaptado absolutamente todo ya. Hay un público siempre online a través de Zoom. El aforo ha pasado a ser ilimitado. ¡Fíjate qué paradoja! Con las restricciones de aforo, ahora lo tenemos ilimitado. Aunque existe la restricción física, hay mucho interés por la marca Clasijazz fuera de aquí, en otras provincias y países.

¿Cuál ha sido la respuesta de los socios y espectadores eventuales al formato online?

Muy buena. Más de lo que esperábamos. Primero lo hicimos gratuito para los socios. Pero claro, el músico también dependía de la taquilla. Y dada la calidad de las grabaciones que estamos ofreciendo, con cuatro cámaras de alta definición y realización en directo, la gente está comprando entradas.

O sea, que hay movimiento y el artista puede beneficiarse también. Igualmente, existe bastante interacción: en el escenario hemos instalado una pantalla donde los espectadores pueden saludar a través de Zoom, se escuchan las palmas entre tema y tema… Para el músico no es una situación tan fría como grabar un concierto y emitirlo. Está viendo al público. Da muy buen rollo y los que lo han probado están muy contentos con el resultado.

Pablo Mazuecos en la entrada de Clasijazz. Foto: Gilberto Márquez.

¿Consideras que los conciertos de pago a través de la red seguirán siendo ofertados con asiduidad aun cuando todo esto pase?

Yo creo que sí, porque, al final, estamos creando más demanda de cultura. Y de todo hay, pero muchos artistas han visto que se trata de un complemento perfecto a su trabajo.

También hay que realizar una labor de educación como intentamos hacer aquí. Acostumbrar a la gente a los directos, por eso nuestra escuela de música está adherida al concierto. Tienes que hacerte socio para poder verlos. Existen millones de personas en España que estudian un instrumento pero hay que educarlos para que acudan a los conciertos. Entonces, lo que hace falta es una revolución de la música en directo. De formación ya la hay.

¿Con qué planes de futuro y novedades nos sorprenderá Clasijazz?

Estará centrado en la creación de una big band profesional, guiada por la interdisciplinariedad y se seguirán potenciando los contenidos presenciales y online.

Autogestionaremos una big band profesional, la primera en España, de enero a junio. Un proyecto que se asienta en la formación, la educación y la didáctica, que realizará una gira andaluza y ofrecerá conciertos para demostrar todo el abanico de posibilidades que puede brindar una formación como ésta a una ciudad.

Dispondremos de una estructura de programación casi continua 24 horas, basada en la creación de esta big band. En el local, de miércoles a sábado, las actividades continuarán con su calidad habitual, además de acoger a los artistas internacionales de referencia que siempre quieren actuar aquí.

Y, por supuesto, esa relación interdisciplinar que se efectuará en ciclos como Cienciajazz, en un nuevo programa como Edujazz, en el que participarán los mejores divulgadores del país en las más avanzadas técnicas de educación de diferentes disciplinas, el trabajo rítmico y emocional con niños con discapacidad intelectual, etc.

Otra novedad, en la que estará integrada la cafetería, es un ciclo de cocina en vivo para que las personas que hayan adquirido una entrada de un espectáculo puedan tener acceso, dos o tres horas antes del mismo, a la demostración de la elaboración de un plato determinado con el objetivo de que lo preparen en casa antes del evento.

En definitiva, son ideas que complementan la experiencia Clasijazz, donde estamos empeñados en poner en el mismo plano las artes y las ciencias. 

Big Band Clasijazz. Foto: Manuel Rubio.

Dicen que de los momentos de crisis surgen nuevas oportunidades. ¿Qué aprendizaje te llevas de estos meses tan complejos y que puedas aplicar en beneficio de Clasijazz más adelante?

Muchísimos. Uno, digamos, esencial, que es luchar más todavía contra los elementos y que la autosuficiencia te hace reinventarte más si cabe. Porque no tenemos ayuda. Por ejemplo, ¿cómo hemos podido, después de esa bajada de socios, llegar a mantenernos a flote? Eso es un aprendizaje, quieras o no. Es una oportunidad para seguir aprendiendo. Y con aforos reducidos. Si ya de por sí son músicas minoritarias, intentar ahora hacerlas mayoritarias conlleva un reto aún mayor.

Y después que, en tan pocos meses, hemos podido desarrollar un proceso digital de gran magnitud; nos hemos reinventado con poquísimos recursos. Hemos llegado a hacer un plató de televisión en Clasijazz, con todo lo que esto conlleva.

Más información sobre Clasijazz, sus escuelas formativas y su programación en su página web.


Artículo publicado originalmente en la web de la revista Más Jazz el 16 de octubre de 2020.

 

viernes, 16 de octubre de 2020

De batería de Genesis a escritor de ‘best sellers’ en La Alpujarra

Chris Stewart fue fugaz batería en los comienzos de la banda británica y alcanzó el éxito literario a finales de los noventa con la publicación de su primera obra, Entre limones, basada en las vivencias como residente en una remota finca de Órgiva (Granada).

Hace ya más de tres decenios que Chris Stewart decidió instalarse junto a su mujer, Annie, en un lugar recóndito e idílico que le enamoró. Su atracción por España le había llevado en 1972 a viajar a Sevilla con el propósito de aprender a tocar la guitarra. Pero no era lo suyo. Conocedor de algunas otras zonas de Andalucía, sin embargo, optó por quedarse en La Alpujarra, fascinado por la lectura de Al sur de Granada (1957) del hispanista Gerald Brenan.
Chris Stewart en la Casa Gerald Brenan de
Churriana (Málaga) en 2014.
Foto: Gilberto Márquez.

Lo hizo, concretamente, en un cortijo llamado El Valero, situado junto al río Guadalfeo, a varios kilómetros de la población a la que pertenece, Órgiva, en unos terrenos con altas probabilidades de inundación y, por tanto, de incomunicación. Ahora han cambiado muchas cosas, pero entonces, no disponían ni de agua corriente ni de electricidad. Stewart y su esposa se afanaron en acondicionar con sus propias manos y escasos medios aquel hogar, en el que, además, nacería su hija, Chloe. Trabajaron con ahínco la tierra y criaron animales para su venta. Unas actividades que les ayudaron a autoabastecerse en un elevado porcentaje y contribuyeron a la economía familiar durante mucho tiempo.

Un buen día, unos amigos editores, entusiasmados por su forma de vida en el campo, le propusieron contar su experiencia en un libro. Stewart comenzó a narrar sus quehaceres cotidianos, a retratar el ambiente que le rodeaba y a plasmarlos sobre el papel. Animado, continuó y, poco a poco, dio forma a Driving over lemons: An optimist in Andalucía (Sort of books, 1999), cuya publicación en castellano apareció posteriormente como Entre limones: historia de un optimista (Almuzara, 2006). El resultado, una enorme cifra de ejemplares vendidos y un efecto llamada para numerosos foráneos aventureros que se han asentado en la región. Después vendrían otros cuatro títulos más.

A los 48 años había descubierto su don. Y bien que probó con muchos y dispares oficios antes de convertirse en escritor de éxito: percusionista en un circo, granjero, redactor de una guía de viaje en China, marinero, piloto de aviación y, su principal fuente de ingresos, esquilador itinerante de ovejas. No obstante, cuando salió su ópera prima, la editorial, a modo de estrategia para destacar entre el maremágnum de lanzamientos, determinó incluir en la solapa que Stewart tocó las baquetas en los inicios de Genesis. Hasta ese momento, poco se sabía de esta faceta suya, si bien el año anterior recibía la invitación y acudía a la fiesta de celebración del 30ª aniversario del grupo, que se desarrolló en un exclusivo local del Soho londinense.

El combo británico surgió del elitista colegio Charterhouse de Godalming, en Surrey. Allí se crearon otras formaciones como Anon, en la que militaban Anthony Phillips y Mike Rutherford, o Garden Wall, que contaba en sus filas con Tony Banks, Peter Gabriel y Chris Stewart. En 1967, bajo el liderazgo del productor Jonathan King, estos cinco colegas de clase se unieron para configurar Genesis. Stewart sólo participó en la grabación del single de debut, Te silent sun / That’s me, y en la del segundo, A winter’s tale / One eyed hound, ambos de febrero de 1968 en el sello Decca. Pero poco después lo echaron y él, con mucho humor y sinceridad, reconoce que fue porque “tocaba fatal”. En marzo llegó el primer LP, From Genesis to revelation (Decca, 1968), de exigua repercusión. Hubo que esperar a octubre de 1970, ya con el sello Charisma y el álbum Trespass, para que se vislumbrara el despegue.


Más tarde, y tras algunos cambios en el puesto de Stewart, se afianzaría Phil Collins y, como suele decirse, el resto es historia. Una historia de la que nuestro protagonista no estuvo muy al tanto, ya que admite que no volvió a tener relación con sus excompañeros y que no escuchaba su música “por pura mala leche”, porque lo consideraba un grupo de pijos, aunque confiesa que últimamente se ha detenido en sus canciones y le gustan. Aun así, se alegra de cómo se han sucedido los acontecimientos. Sin abandonar su fina ironía, Cristóbal El Inglés, como le conocen sus vecinos, sostiene que prefiere ser un guiri feliz en La Alpujarra que una estrella del rock.