A
la búsqueda de una identidad
es el título de la biografía de Enrique
Lozano, músico malagueño
y miembro fundador del grupo de pop de los 60, Los
Íberos. El libro, escrito
por su pareja, Carmen
Donate, es un recorrido por
la trayectoria artística de Lozano, pero también, por las
experiencias personales de los primeros treinta años de su vida.
“Siempre
hemos comentado de broma que su vida daría para escribir un libro, o
varios. Y un día Enrique me lo propuso, ¿te atreverías a
escribirlo? Y me atreví, sin tener ni idea de lo que saldría,
porque no había escrito nunca” -explica Donate-. Así surge esta obra, que comienza
narrando la infancia de Lozano en el popular barrio de El Perchel.
Con
prodigiosa memoria, el músico relata al detalle cómo transcurrió
su niñez en los difíciles años de la posguerra. Una época de
escasez, en la que todo se aprovechaba y donde “la
gente no presumía de sus pertenencias sino de sus habilidades”;
aunque también de felicidad, pues sobraba imaginación para
divertirse con los amigos. Era un niño muy observador y con gran
facilidad de aprendizaje. Gracias a aquella primigenia radio que
entró en su casa descubrió la música clásica y la canción ligera
italiana y francesa. Todo lo absorbía y cantaba, quería dedicarse
al espectáculo. Sin embargo, la situación económica en el hogar no
lo permitía. Trabajó en la hostelería y emigró posteriormente a
Francia. Aquello resultó muy duro pero volvió con unos ahorros que
ayudaron bastante a la familia.
A
su regreso, a finales de los 50, fue camarero en El
Mañana, una sala de
fiestas de Torremolinos.
Este local fue muy importante para él. Allí vivió los comienzos
del esplendor turístico de la Costa
del Sol y, por medio de su
dueño, adquirió la primera guitarra eléctrica que hubo en Málaga,
una Gibson
que Mr. Bob le trajo de Estados Unidos. Un momento que nunca
olvidaría.
Como
su afición por la música aumentaba, en 1961 fundó su propio grupo,
Los Íberos. Dejó El Mañana y aquella formación comenzó a actuar, hasta que un día
consiguieron un contrato para ofrecer conciertos en Inglaterra,
donde ya empezaba a despuntar la Beatlemanía.
Estuvieron presentes en las salas de moda de Londres y, poco después,
lograrían firmar con un manager que les llevó de gira por distintos
países europeos: Suiza, Irlanda o Alemania. Allí, en una madrugada,
con insomnio y leyendo poemas de Lope de Vega, Enrique compuso Las
tres de la noche, uno
de sus temas más reconocidos. Grabaron una maqueta pero su sonido no
convenció. Tenían éxito, cada vez contaban con más experiencia y
sonaban tremendamente bien. La ocasión que se les presentaba era
única, pero el resto de compañeros no estaba por la labor de
desarrollar una carrera musical más seria. Tal vez la juventud les
hizo estar más pendientes de otras cuestiones. Así que, en cuanto
finalizaron con sus compromisos, Lozano dejó el grupo y retornó a
España.
Torremolinos
había cambiado bastante en 1966. Habían proliferado los locales
donde programaban actuaciones y existía un importante ambiente
musical. Enrique quería volver a formar una banda y buscó a sus
nuevos integrantes: Adolfo,
Cristóbal
y Diego.
Nacía así la segunda etapa de Los Íberos, que enseguida deciden
trasladarse a Madrid.
Actúan en el Nika’s,
una sala por la que solía ir gente relevante del negocio
discográfico. Allí surge la posibilidad de grabar un disco con
Movieplay, pero querían hacerlo en el Reino Unido y la compañía no
accede. No obstante, conseguirían un contrato para participar en el
mítico programa Escala en
Hi-Fi. La televisión era
el trampolín perfecto para llegar a un público masivo.
Su
popularidad no tenía freno y pisaron las tablas de los principales
locales de la capital. En uno de ellos, el Club
Caravel, iban a tocar junto
a Los Bravos.
Éstos estaban en la cresta de la ola, con su single Black
is black en las listas de
ventas pero, sin embargo, no fue su mejor día sobre el escenario.
Todo lo contrario que Los Íberos, que ofrecieron un enorme
espectáculo y llamaron la atención del sello Columbia,
que les contrató para editar un LP. Ellos seguían con la misma
idea, querían registrar sus canciones en un estudio de Londres,
con los mejores instrumentistas. Finalmente alcanzaron sus
pretensiones. Sería el primer grupo español de los 60 que grababa
íntegramente un álbum de 12 temas en Inglaterra. Un trabajo que
obtuvo una considerable repercusión, con canciones como Summertime
girl, Corto
y ancho o Liar,
liar.
Ocupaban
constantemente páginas en prensa, eran invitados a programas de
radio y abarrotaban conciertos. Aparecieron también en el cine, en
la película Un, dos,
tres… al escondite inglés (1969)
de Iván Zulueta. Salir en la gran pantalla acrecentó su fama.
Tenían un directo potente, uno de los mejores que se podían
presenciar, disfrutaban del éxito y atesoraban muchos fans, pero
como se suele decir, todo tiene un final y, por distintas
circunstancias, la banda se disolvió.
A
la búsqueda de una identidad
ha sido autoeditado por Carmen Donate: “El
contacto con editoriales no ha dado buen resultado. Lo que se
pretende es que se lea y se conozca y, guardado, nadie tendría
acceso a su contenido. Enviándolo en archivos pdf es fácil darlo a
conocer; mientras tanto, seguimos esperando que alguna editorial se
interese”. Este es un libro con el que se aprende, que emociona y
conmueve por momentos. Es el reflejo de una vida de esfuerzo, ilusión
y mucha música, la de Enrique Lozano; y una aventura apasionante, la
de una formación, Los Íberos,
que nunca se conformaron y decidieron ofrecer siempre lo mejor de sí
mismos.
Estas
memorias también son un retrato de la transformación social que se
estaba produciendo en la España de aquellos años: “Los
que guardan la memoria de una época son los más indicados para
hablar de ella”,
añade Donate; e incluye testimonios poco conocidos sobre la primera
etapa del grupo, la de su periplo por Europa.
El
tiempo dirá si hay una segunda parte de la biografía. Mientras
tanto, pueden hacerse con un ejemplar contactando con la autora (Facebook, Twitter) o bien en estos establecimientos en Málaga (Papelería del Caminante, c./ Pelayo 10, y Librerías Proteo y Prometeo). Merece la pena, porque además de lo que desvelan sus páginas, viene presentado de
una forma muy especial: “El
libro es artesanal. Si me lo encargan, lo imprimo bajo demanda y se
encuaderna en un taller mediante un método tradicional. Es
lento, tardan días en hacerlo, pero el que esté interesado tiene la
oportunidad de poder adquirirlo”.
Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 13 de febrero de 2014.
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