miércoles, 17 de octubre de 2018

40 años de The dark side of the moon


Se han cumplido 40 años de una de las obras maestras de la música popular del siglo XX, el octavo disco de la banda británica Pink Floyd, The dark side of the moon, el tercer álbum más vendido de la historia con 50 millones de copias y el que tiene el récord de permanencia en las listas de éxitos con más de 15 años consecutivos desde su publicación. Además, esta emblemática grabación ha sido incorporada recientemente al Archivo Nacional de Grabaciones de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para su preservación.

Aún recuerdo el día que me regalaron el LP. Lo oí una vez y lo abandoné en la estantería a la espera de un momento mejor. No lo entendí, no me gustó. Una sensación totalmente distinta a la que experimentó la mujer de Roger Waters, que lloró de emoción cuando escuchó el master recién salido del estudio.

Hay discos excepcionales que se me atragantan, necesito escucharlos varias veces y que pasen los años para poder disfrutarlos y valorarlos. A priori, éste fue uno de ellos. Pero todo cambió poco después. 

Roger Waters en directo en 2006
Tuve la fortuna de asistir a uno de los conciertos de la gira que Waters realizó en solitario para interpretar íntegro el álbum. Aunque fue una noche desapacible, frío y lluvia a la intemperie en un campo de fútbol, el espectáculo fue mayúsculo, ya no sólo por la música, si no también por una puesta en escena sublime, con magníficos efectos visuales y sonoros, que me hicieron abrir los ojos ante la maravilla que tenía en casa.

Tras unos días, volví a poner el vinilo en el reproductor, me senté frente a él, y fui descubriendo todo lo que antes no había percibido ¡Me encantó! Ya nada volvía a ser igual, The dark side of the moon me había cautivado para siempre.

Vienen a cuento estas vivencias porque, para los no iniciados en el universo ‘pinkfloydiano’, como me pasó a mí en su momento, la primera escucha de este disco puede resultar difícil, no obstante, es el más recomendable y accesible para introducirse en la obra de los de Cambridge. Pero tras varias audiciones te das cuenta que es uno de los mejores trabajos discográficos que se han realizado.

Haciendo historia

El disco, lanzado el 1 de marzo de 1973 en Estados Unidos y el 24 del mismo mes y año en el Reino Unido, empezó a gestarse dos años antes, en el transcurso de una reunión de los miembros de la banda en la cocina de la casa de Nick Mason en Camden (Londres). En ella dialogaban sobre los temas que más les preocupaban en la vida como el paso del tiempo, el dinero, la avaricia, el consumismo, la locura o la muerte.

Pink Floyd interpretando el disco en Londres. 1973
Aunque la idea fundamental del disco era todo lo que rodea a la humanidad o “las presiones a las que tiene que enfrentarse un chaval”, como dijo David Gilmour, también tenía muy presente la influencia del primer cantante de la banda, Syd Barret, apartado un tiempo antes por su extraño comportamiento en los directos, víctima de un desorden mental derivado de su abuso de las drogas, especialmente LSD.

Como estaba concebido para presentarlo en una gira, antes de salir a la venta fue interpretado en directo en varios conciertos, aunque originariamente con el nombre de Eclipse. El primero de ellos fue el 20 de enero de 1972 en Brighton (Inglaterra), con estrepitoso fracaso, lo que Waters definiría como “un grave error técnico”.

La idea de la banda era que no se publicara ningún sencillo, algo que no se cumplió, tras la fuerte promoción que hicieron Harvest y Capitol Records de Money y Time/Us and them como singles, ayudando notoriamente al éxito del álbum. Pero lo que realmente han dado fama a este trabajo son unas canciones de complejas estructuras con una extraordinaria calidad de sonido, a las que se unen los innovadores y numerosos efectos sonoros: respiración, latidos de corazón, risas, gritos, pasos, máquinas registradoras, relojes, despertadores y fragmentos de conversaciones intercaladas con la música. Éstas fueron extraídas de entrevistas con amigos y empleados del estudio mientras respondían a una batería de preguntas psicológicas que Roger Waters había escrito en unas tarjetas.

Un trabajo excepcional realizado en las instalaciones de los legendarios Abbey Road Studios de Londres por el ingeniero de sonido Alan Parsons (después líder del proyecto The Alan Parsons Project), quien aprovechó con maestría las, para la época, innovadoras técnicas que ofrecían los estudios de grabación.

Pero no menos importante ha sido la cuidada imagen que siempre ha transmitido el grupo en sus discos. El vinilo se presentó con carpeta desplegable diseñada por George Hardie, empleado de la compañía Hipgnosis, que incluía en su interior dos pósters, una de la banda en directo y otro de las pirámides de Guiza, en Egipto, además de unas pegatinas de las mismas. Por su parte, la mítica portada, que muestra un prisma en el que se refracta un rayo de luz, fue creada por Storm Thorgerson

Os dejamos con el álbum íntegro para que lo disfrutéis en su conjunto. Este es un disco conceptual, y como tal, se recomienda escuchar en orden y de una vez para que tenga sentido la unidad con la que fue ideado.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 4 de abril de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario