miércoles, 31 de octubre de 2018

La guitarra llora a Paco de Lucía


Aunque las habréis leído y escuchado varias veces durante estos días, voy a comenzar recordando a Paco de Lucía con estas tres citas:

Al ver tocar a Paco he entendido que no sé tocar la guitarra”. Mark Knopfler.

Decís que soy una leyenda de la guitarra. No tenéis ni idea. Sólo hay dos o tres guitarristas que se puedan considerar leyenda. Y por encima de todos ellos está Paco de Lucía”. Keith Richards.

“[…] Paco es el mejor símbolo de lo que significa una estrella. ¿Por qué? Pues porque Paco encanta al que no sabe de esto y vuelve loco al que sabe. Es decir: lo tiene todo”. Manolo Sanlúcar.

Estas son sólo algunas de las muchas declaraciones -en términos similares- con las que compañeros del gremio han mostrado su admiración por la figura de Paco de Lucía durante su trayectoria. Y si personalidades de tal calibre hablan de esta forma sobre él, pocos motivos existen para contradecirles. Hay unanimidad en que Paco de Lucía ha sido uno de los mayores genios de la guitarra, que paseó al flamenco por todo el mundo y que, desde la tradición, fue experimentando sus posibilidades para fusionarlo con distintos géneros como la bossa nova, la música clásica, el jazz o el blues. Un innovador y revolucionario de la guitarra, de exquisita técnica, y siempre buscando nuevos horizontes para el instrumento, llegando a cambiar la concepción del guitarrista como mero acompañante del cantaor para convertirlo en actor principal.

Di Meola, McLaughlin y Paco de Lucía.
Foto: F. Antolín
Francisco Sánchez Gómez tomó su nombre artístico de su madre, Luzía, y aprendió a tocar la guitarra gracias a su padre, Antonio, además de fijarse en otros artistas como el Niño Ricardo o Sabicas. Este último fue un pionero de la internacionalización y de la mezcla del flamenco con otros estilos, pues en 1966 grabó junto a Joe Beck Rock encounter (Polydor) -aunque publicado cuatro años más tarde-, uno de los trabajos más influyentes para las innovadoras grabaciones que aparecerían en la década de los 70, como El garrotín (Bocaccio Records, 1971) de Smash, el disco de Kiko Veneno con los hermanos Amador, Veneno (CBS, 1977), o La leyenda del tiempo (Philips, 1979) de Camarón de la Isla.

Paco de Lucía tuvo importante relevancia siendo muy joven, con su hermano Pepe en el dúo Los chiquitos de Algeciras, pero fue con el cantaor de San Fernando con el que mantuvo una productiva alianza durante casi una década, de la que surgieron discos esenciales para la renovación en el flamenco. No obstante, el éxito masivo llegó con Entre dos aguas. Una rumba, dicen algunos, inspirada por el tema de Las Grecas, Te estoy amando locamente, compuesta con su Algeciras natal en la mente –ciudad situada entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico- y que fue incluida a última hora en el LP Fuente y caudal (Philips, 1973), del que despachó un buen número de copias -así como del single- y encabezó las listas de ventas en España durante varias semanas consecutivas.

Antes, ya había colaborado con Pedro Iturralde en la grabación de los discos Jazz-Flamenco, uno de los distintos proyectos en los que el guitarrista participó y en los que fusionó el flamenco con otras músicas para hacerlo universal. Posteriormente trabajó con Al di Meola en Mediterranean sundance, perteneciente al álbum del estadounidense, Elegant gypsy (Columbia, 1977), y giró con John McLaughlin y Larry Coryell por Europa, dejando para la posteridad la grabación de uno de sus conciertos, en el Royal Albert Hall de Londres en 1979, en el DVD Meeting of spirits. Pero sería en 1980 cuando tendrá lugar su impresionante actuación en el Warfield Theatre de San Francisco, junto a McLaughlin y di Meola, que fue editada en LP un año más tarde como Friday night in San Francisco (Columbia), obteniendo una considerable repercusión en ventas. No terminaría aquí esta asociación, pues en 1983 publicaron Passion, grace and fire (Philips) y en 1996 The guitar trio (Verve Records).


De especial trascendencia para la difusión del flamenco y su mestizaje por todo el mundo fue la creación del Paco de Lucía Sextet, formación compuesta por sus hermanos Ramón de Algeciras y Pepe de Lucía, el bajista Carles Benavent, Jorge Pardo, flauta y saxofón, y el percusionista brasileño Rubem Dantas, quien tocaba el cajón peruano, un instrumento que Paco de Lucía introdujo en los espectáculos y que con el tiempo se ha hecho muy popular. El Sexteto dejó magníficos trabajos como Sólo quiero caminar (Philips, 1981) o Live… one summer night (Philips, 1984).

Otras colaboraciones notables se produjeron con el pianista de jazz Chick Corea, que se materializó en Zyryab (Philips, 1990), registrado también con el Sexteto y con Manolo Sanlúcar, o con Bryan Adams en 1995, para la banda sonora de la película Don Juan DeMarco (Jeremy Leven, 1995) y el tema Have you ever really loved a woman?

Paco de Lucía fue distinguido, entre otros, con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, fue investido Doctor Honoris Causa por el Berklee College of Music de Boston y obtuvo un Grammy Latino por su último álbum publicado, Cositas buenas (Universal, 2003). Para abril preparaba –se editará póstumamente- el lanzamiento de su próximo trabajo, Canción andaluza (Universal, 2014), con el que ofrecer una visión particular de un género musical que le acompañó desde niño, la copla; pero el pasado 26 de febrero en Cancún (México) sufría un infarto que acababa con su vida y ya no podrá verlo publicado. Descanse en paz.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 6 de marzo de 2014.

Miguel Ríos, profeta en su tierra


El Gobierno de la Junta de Andalucía ha distinguido a Miguel Ríos como Hijo Predilecto, el máximo galardón que otorga la Comunidad Autónoma con motivo del día de su festividad, el 28 de febrero. Esta no es la primera vez que se reconoce su trabajo y se le premia por su dilatada y exitosa carrera, tanto en su querida tierra como fuera de ella. Ya que, el, entre otros, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 1993 y ganador de un Grammy Latino a la Excelencia Musical en 2013, recibió la Medalla de Oro de su ciudad, Granada, en 1987, así como la de Andalucía en 2002, además de ser nombrado Hijo Predilecto de la provincia granadina en 2007.

Méritos no le faltan, que dirían sus seguidores más fieles. Y aunque también tiene sus detractores, hay que valorar su papel como leyenda viva de la historia del rock and roll en España, donde ha sido un pionero en muchos aspectos de la industria musical. Un negocio en el que entraba siendo un chaval de 16 años, cuando gana un concurso de jóvenes talentos en Radio Granada –Cenicienta 1960- y llama la atención de la discográfica Philips. Así que dejó su puesto de dependiente en el departamento de discos de unos grandes almacenes de su ciudad natal para marcharse a grabar a Madrid y convertirse en una estrella.

Allí fue bautizado como Mike Ríos, ‘el Rey del Twist’, registrando varios singles y EP’s en solitario, cantando junto a Los Relámpagos y actuando en las míticas matinales del Circo Price, hasta erigirse en un ídolo rockero que triunfaba interpretando versiones de temas extranjeros de moda. No obstante, siempre luchó por hacer lo que quería en cada momento, aún teniéndose que enfrentar a las compañías para las que trabajaba. Una vez en Hispavox, desde 1968, gozó de más libertad en sus decisiones y grabó temas propios, como Vuelvo a Granada o El río –compuesta por Fernando Arbex-, que fueron sus éxitos iniciales.

Pero el gran boom internacional llegaría en 1969, cuando publica el Himno a la alegría, una adaptación del Cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, dirigida y arreglada por Waldo de los Ríos. Con ella alcanza el nº1 en España y en otros países de Sudamérica. Esto provocó que, al año siguiente, se editara una versión anglosajona del tema y un LP con algunas canciones suyas en inglés, A song of joy, que fue lanzado en Norteamérica por el sello A&M Records. Despachó millones de copias en todo el mundo y ocupó los puestos más altos en las listas de ventas de Estados Unidos, Holanda, Canadá, Reino Unido, Alemania, Japón o Francia, entre otros.

Poco después, el músico pone en marcha una innovadora aventura. En 1972, con los Conciertos de rock y amor, desplegaba sobre los escenarios una infraestructura hasta entonces inédita en nuestro país, con una destacada presencia de material audiovisual formando parte del espectáculo. De esta gira salió la publicación de un álbum, considerado como uno de los primeros discos en directo del rock and roll nacional.

Sin embargo, esta década estaría marcada por la experimentación y el riesgo. Después de haber pasado una temporada recorriendo Estados Unidos, vuelve con una mentalidad diferente y habiendo aprendido nuevos conceptos sobre las últimas tendencias musicales, que se reflejan en una trilogía de álbumes algo incomprendidos y rompedores para la época, aunque influyentes en un futuro no muy lejano: Memorias de un ser humano (HIspavox, 1974), La huerta atómica (Polydor, 1976) y Al-Ándalus (Polydor, 1977).

En 1978 Miguel Ríos se adelanta otra vez a su tiempo. Y es que el show que llevará a escena está hoy en día muy de actualidad. Una marca de ropa cuyo objetivo es el público joven –vaqueros Red box- patrocina un festival itinerante en el que actúan las figuras más representativas del momento (Triana, Tequila...). Se trata de La noche roja, donde por primera vez se dispone de equipos de sonido e iluminación foráneos.

Foto: Carlos Delgado, 2010
Esto serviría de avance para los baños de masas que recibió el artista granadino durante los 80, donde introdujo el rock en los grandes estadios. En 1982 se editaba el doble LP Rock & Ríos (Polydor), con unas cifras de ventas extraordinarias, dando paso a una multitudinaria gira que se recordará como uno de los momentos más emblemáticos de la música en nuestro país. Más allá de lo estrictamente musical, el evento se convirtió en un fenómeno social, con canciones elevadas a himnos generacionales y con una espectacular puesta en escena.

Su continuación fue El rock de una noche de verano (Polydor, 1983) y, a pesar de la notoria repercusión, Miguel Ríos siguió reinventándose en su búsqueda por ofrecer nuevas posibilidades en los directos, como ocurrió con Rock en el ruedo (1985), su apuesta por integrar un escenario en las plazas de toros.

Eso sí, una vez que se llega al pico más alto es imposible superarlo, así que la popularidad del músico va disminuyendo lentamente, aunque no por eso, carezca de brillantes trabajos -Miguel Ríos (Polydor, 1989) o El gusto es nuestro (Ariola, 1996), junto con Ana Belén, Víctor Manuel y Joan Manuel Serrat-. Comenzaba otro período, de madurez, con distintas inquietudes y proyectos diferentes, como actuar con una big band en 1998 o realizar discos con influencias de otros géneros -swing, jazz o blues-, como en el álbum 60 mp3 (Rock & Rios Records, 2004).

Con su energía tan característica sobre las tablas, que mantuvo hasta su última aparición en directo, Miguel Ríos anunciaba que se retiraba en 2011, justo cuando cumplía 50 años de carrera. Aunque la jubilación no va con él, porque durante año y medio ha estado escribiendo su autobiografía, Cosas que siempre quise contarte (Editorial Planeta), publicada en 2013. Un documento imprescindible para conocer su trayectoria que, además, llegó acompañada de un tema inédito para promocionarla, de idéntico título a sus memorias.



Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 27 de febrero de 2014.

martes, 30 de octubre de 2018

David Bowie a través del objetivo de Brian Duffy


El centro de creación contemporánea de la Diputación de Málaga, La Térmica, que en poco más de un año se ha convertido en un referente cultural de la provincia, acoge la exposición Bowie Series, una selección de más de treinta fotografías que Brian Duffy realizó durante la década de los 70 al músico británico e icono de la música popular, David Bowie.

Brian Duffy (1933-2010) es reconocido como uno de los artistas gráficos más innovadores del pasado siglo, que llegó a definir una nueva estética en la fotografía para la moda y que capturó, junto a otros compañeros, el ambiente de modernidad del ‘Swinging London’, término relacionado con la revolución en la escena de la moda y la cultura que surgió en la capital inglesa en los años 60. Inmortalizó a muchos personajes relevantes de su época, que se reflejaron en excelentes trabajos para diversos géneros de dicha disciplina como retratos, reportajes o anuncios publicitarios. Ante su cámara posaron, entre otros, estrellas del cine y del rock como Mick Jagger, John Lennon o Debbie Harry de Blondie, pero fue con David Bowie con quien mantuvo una relación laboral más especial y duradera.

© Duffy Archive
No obstante, en 1979, decepcionado y cansado de la profesión, Duffy decidió retirarse y, en un ataque de rabia, quemó la mayoría de sus negativos, librándose sólo unos pocos de la desaparición. Es por ello que esta colección única, organizada junto a Contemporánea, no habría sido posible sin la inestimable contribución del hijo de Duffy, el también fotógrafo Chris Duffy, quien ha recuperado muchas de las imágenes que fueron publicadas en revistas y prensa, en su incansable labor de búsqueda y recopilación que lleva a cabo para el Archivo Duffy, creado en 2007, con el que lucha por mantener vivo el espíritu y el legado de su padre.

Durante la inauguración de la muestra, tanto Chris Duffy como Kevin Cann, biógrafo de Bowie, narraron algunas de las experiencias de aquellos casi diez años que duró la colaboración entre ambos genios, que se materializaron en cinco sesiones fotográficas de las que se pueden disfrutar interesantes obras en La Térmica y de cuyas historias y curiosidades pretenden publicar próximamente un libro.

Chris Duffy y Kevin Cann durante la inauguración.
Foto: Gilberto Márquez.
Esa colaboración comenzó en 1972, cuando el manager del músico de Brixton, Tony Defries, le encargó a Duffy unas fotos promocionales de un nuevo artista que estaba representando. De esta forma, registraba una de las primitivas imágenes de Bowie ataviado con ese extravagante mono diseñado por Freddie Burretti, con el que presentaba en sociedad a Ziggy Stardust, su álter ego con impactante pelo rojizo y puntiagudo y de llamativa ambigüedad sexual.

Defries estaba dispuesto a convertir a Bowie en una superestrella y no iba a escatimar gastos en conseguirlo. Para el siguiente disco, Aladdin sane (RCA Victor, 1973), le pidió a Duffy que creara la portada más cara que jamás se hubiese producido. Pensaba que si la compañía discográfica invertía mucho dinero en Bowie, su compromiso con ellos estaría asegurado y las posibilidades de éxito crecerían. También conocida como ‘la Mona Lisa del pop’, la cubierta de este LP ha trascendido como una de las más simbólicas de la carrera de Bowie, con un retrato en el que aparece dirigiendo su mirada hacia abajo, con un extraño líquido que se desliza por su hombro y con ese impresionante rayo rojo que divide su cara en dos. Posiblemente con influencias de la tapa de la novela de Evelyn Waugh, Vile bodies (1930), las colecciones del modisto japonés Kansai Yamamoto y del kabuki -Forma de teatro japonés tradicional, caracterizado por su drama estilizado y el uso de maquillajes elaborados en los actores-, Pierre La Roche se encargó del diseño y maquillaje de esa figura, que distintos aerógrafos terminaron de dar forma tal y como la conocemos hoy.


Esta sería la primera de las tres portadas de álbumes de Bowie que crearía Duffy. Después llegaron las sesiones para Lodger (RCA Victor, 1979) y Scary monsters (RCA Victor, 1980), disco este último, del que se pueden contemplar en la exposición algunas instantáneas privadas de las pruebas de maquillaje para la cubierta, que se publicó con el cuadro pintado por Edward Bell basado en una fotografía de Duffy.

También se pueden ver los trabajos que realizó Duffy con Bowie para The Sunday Times en el monumento nacional de White Sands, en Nuevo México. Se trata de una serie de imágenes adicionales del rodaje de la película dirigida por Nicolas Roeg, The man who fell to Earth (1976), que protagonizó el músico inglés.

Además de descartes de Scary monsters o tomas alternativas para Aladdin sane, en esta antología que se exhibe en La Térmica se muestran retratos hasta ahora desconocidos, como los de La Roche o del guitarrista Mick Ronson y el bajista Trevor Bolder, miembros ambos de la banda The spiders from Mars; y otros materiales audiovisuales como el documental que la cadena BBC estrenó sobre Duffy antes de su fallecimiento, The man who shot the sixties (2010), en el que el fotógrafo repasa su trayectoria.

Duffy: Bowie Series
Hasta el 23 de marzo de 2014
La Térmica. Avd. de Los Guindos, 48. Málaga
Horario: Martes a sábado: 11 a 14 y 17 a 21 hrs.
Domingos y festivos: 12 a 15 y 16 a 19’30 hrs.

Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 20 de febrero de 2014.

Enrique Lozano y Los Íberos: Una montaña rusa de emociones


A la búsqueda de una identidad es el título de la biografía de Enrique Lozano, músico malagueño y miembro fundador del grupo de pop de los 60, Los Íberos. El libro, escrito por su pareja, Carmen Donate, es un recorrido por la trayectoria artística de Lozano, pero también, por las experiencias personales de los primeros treinta años de su vida. “Siempre hemos comentado de broma que su vida daría para escribir un libro, o varios. Y un día Enrique me lo propuso, ¿te atreverías a escribirlo? Y me atreví, sin tener ni idea de lo que saldría, porque no había escrito nunca” -explica Donate-. Así surge esta obra, que comienza narrando la infancia de Lozano en el popular barrio de El Perchel.

Con prodigiosa memoria, el músico relata al detalle cómo transcurrió su niñez en los difíciles años de la posguerra. Una época de escasez, en la que todo se aprovechaba y donde “la gente no presumía de sus pertenencias sino de sus habilidades”; aunque también de felicidad, pues sobraba imaginación para divertirse con los amigos. Era un niño muy observador y con gran facilidad de aprendizaje. Gracias a aquella primigenia radio que entró en su casa descubrió la música clásica y la canción ligera italiana y francesa. Todo lo absorbía y cantaba, quería dedicarse al espectáculo. Sin embargo, la situación económica en el hogar no lo permitía. Trabajó en la hostelería y emigró posteriormente a Francia. Aquello resultó muy duro pero volvió con unos ahorros que ayudaron bastante a la familia.

A su regreso, a finales de los 50, fue camarero en El Mañana, una sala de fiestas de Torremolinos. Este local fue muy importante para él. Allí vivió los comienzos del esplendor turístico de la Costa del Sol y, por medio de su dueño, adquirió la primera guitarra eléctrica que hubo en Málaga, una Gibson que Mr. Bob le trajo de Estados Unidos. Un momento que nunca olvidaría.

Como su afición por la música aumentaba, en 1961 fundó su propio grupo, Los Íberos. Dejó El Mañana y aquella formación comenzó a actuar, hasta que un día consiguieron un contrato para ofrecer conciertos en Inglaterra, donde ya empezaba a despuntar la Beatlemanía. Estuvieron presentes en las salas de moda de Londres y, poco después, lograrían firmar con un manager que les llevó de gira por distintos países europeos: Suiza, Irlanda o Alemania. Allí, en una madrugada, con insomnio y leyendo poemas de Lope de Vega, Enrique compuso Las tres de la noche, uno de sus temas más reconocidos. Grabaron una maqueta pero su sonido no convenció. Tenían éxito, cada vez contaban con más experiencia y sonaban tremendamente bien. La ocasión que se les presentaba era única, pero el resto de compañeros no estaba por la labor de desarrollar una carrera musical más seria. Tal vez la juventud les hizo estar más pendientes de otras cuestiones. Así que, en cuanto finalizaron con sus compromisos, Lozano dejó el grupo y retornó a España.


Torremolinos había cambiado bastante en 1966. Habían proliferado los locales donde programaban actuaciones y existía un importante ambiente musical. Enrique quería volver a formar una banda y buscó a sus nuevos integrantes: Adolfo, Cristóbal y Diego. Nacía así la segunda etapa de Los Íberos, que enseguida deciden trasladarse a Madrid. Actúan en el Nika’s, una sala por la que solía ir gente relevante del negocio discográfico. Allí surge la posibilidad de grabar un disco con Movieplay, pero querían hacerlo en el Reino Unido y la compañía no accede. No obstante, conseguirían un contrato para participar en el mítico programa Escala en Hi-Fi. La televisión era el trampolín perfecto para llegar a un público masivo.

Su popularidad no tenía freno y pisaron las tablas de los principales locales de la capital. En uno de ellos, el Club Caravel, iban a tocar junto a Los Bravos. Éstos estaban en la cresta de la ola, con su single Black is black en las listas de ventas pero, sin embargo, no fue su mejor día sobre el escenario. Todo lo contrario que Los Íberos, que ofrecieron un enorme espectáculo y llamaron la atención del sello Columbia, que les contrató para editar un LP. Ellos seguían con la misma idea, querían registrar sus canciones en un estudio de Londres, con los mejores instrumentistas. Finalmente alcanzaron sus pretensiones. Sería el primer grupo español de los 60 que grababa íntegramente un álbum de 12 temas en Inglaterra. Un trabajo que obtuvo una considerable repercusión, con canciones como Summertime girl, Corto y ancho o Liar, liar.


Ocupaban constantemente páginas en prensa, eran invitados a programas de radio y abarrotaban conciertos. Aparecieron también en el cine, en la película Un, dos, tres… al escondite inglés (1969) de Iván Zulueta. Salir en la gran pantalla acrecentó su fama. Tenían un directo potente, uno de los mejores que se podían presenciar, disfrutaban del éxito y atesoraban muchos fans, pero como se suele decir, todo tiene un final y, por distintas circunstancias, la banda se disolvió.

A la búsqueda de una identidad ha sido autoeditado por Carmen Donate: “El contacto con editoriales no ha dado buen resultado. Lo que se pretende es que se lea y se conozca y, guardado, nadie tendría acceso a su contenido. Enviándolo en archivos pdf es fácil darlo a conocer; mientras tanto, seguimos esperando que alguna editorial se interese”. Este es un libro con el que se aprende, que emociona y conmueve por momentos. Es el reflejo de una vida de esfuerzo, ilusión y mucha música, la de Enrique Lozano; y una aventura apasionante, la de una formación, Los Íberos, que nunca se conformaron y decidieron ofrecer siempre lo mejor de sí mismos.

Estas memorias también son un retrato de la transformación social que se estaba produciendo en la España de aquellos años: “Los que guardan la memoria de una época son los más indicados para hablar de ella”, añade Donate; e incluye testimonios poco conocidos sobre la primera etapa del grupo, la de su periplo por Europa.

El tiempo dirá si hay una segunda parte de la biografía. Mientras tanto, pueden hacerse con un ejemplar contactando con la autora (Facebook, Twitter) o bien en estos establecimientos en Málaga (Papelería del Caminante, c./ Pelayo 10, y Librerías Proteo y Prometeo). Merece la pena, porque además de lo que desvelan sus páginas, viene presentado de una forma muy especial: El libro es artesanal. Si me lo encargan, lo imprimo bajo demanda y se encuaderna en un taller mediante un método tradicional. Es lento, tardan días en hacerlo, pero el que esté interesado tiene la oportunidad de poder adquirirlo”.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 13 de febrero de 2014.

domingo, 28 de octubre de 2018

Bob Marley, el profeta del reggae


Con sus canciones y los mensajes que éstas transmiten, Bob Marley consiguió algo que no han logrado la mayoría de las estrellas de la música popular: convertirse en un ídolo en todos los rincones del planeta. Su influencia es notable en todos los continentes, con especial trascendencia en África, donde muchos vocalistas y grupos de la historia del rock no han gozado de gran relevancia. Además, fue el primer icono global que procedía de un país del denominado Tercer Mundo.

Porque la vida de Robert Nesta Marley no fue sencilla. Nacido en un pequeño pueblo del norte de Jamaica, Nine Miles, en la Parroquia de Saint Ann, creció alejado de su padre, un capitán de la Marina Inglesa que se pasaba los días viajando. Su adolescencia transcurrió en la capital de la isla, Kingston, en uno de los guetos más deprimidos y peligrosos, Trenchtown. Allí, la música era una de las pocas salidas que tenían los jóvenes para sortear la pobreza.

Bob Marley en concierto. Dublín, 1980
Inició su trayectoria artística ayudado por el cantante Joe Higgs y en 1962 grabó su primer single con el productor Leslie Kong. Poco después decidió crear un grupo junto a dos amigos de Trenchtown, Bunny Livingston y Peter Tosh, que, junto a algunos músicos más, formarían The Wailers. Grabaron para distintos sellos nacionales como Studio One, propiedad de Clement ‘Coxsone’ Dodd, obteniendo en 1964 el éxito con la pieza de ska Simmer down. Pasaron los años y The Wailers eran tremendamente populares en Jamaica. El nuevo reto estaba en traspasar fronteras y presentar el reggae al resto del mundo.

Una de las claves para que esto sucediera fue el viaje que realizó Marley a Inglaterra en 1972. Allí visitó a Chris Blackwell, dueño de Island Records, para reconducir su carrera. Blackwell, con 3.000 libras y buen puñado de discos de ska y rocksteady en la maleta, había dejado su Jamaica natal para instalarse en Londres y fundar una pequeña compañía con la que distribuir los sonidos más en boga de su país entre la población inmigrante jamaicana del Reino Unido. Un sello que, con el paso de los años, se erigiría en uno de los gigantes de la industria discográfica y albergaría en su catálogo a artistas de la talla de U2, Traffic, Roxy Music o Amy Winehouse, entre otros.

Blackwell depositó su confianza en Marley y The Wailers y les ofreció 4.000 libras para que grabaran un LP. Ese álbum fue Catch a fire (1973), con el que se colocó al reggae en el planeta musical. Un trabajo novedoso, pues hasta el momento el single era el formato estrella de comercialización del género, y con un diseño muy original, ya que la carpeta que contenía el disco simulaba un mechero Zippo. No cosechó excelentes cifras de ventas pero sí permitió a Bob Marley llegar a un público más amplio.

Por otra parte, en 1973 se estrenaba la película dirigida por Perry Henzell y protagonizada por Jimmy Cliff, The harder they come (Caiga quien caiga, en España), cuya banda sonora ayudó notablemente a que el reggae fuese conocido en Norteamérica. Mientras, Bob Marley & The Wailers editaban su segunda referencia en Island, Burnin’. En el álbum se incluía I shot the sheriff, tema que llegó a versionar Eric Clapton para situarlo en el número 1 de las listas estadounidenses en 1974. Ya era una realidad que el reggae estaba conquistando cada vez a más seguidores fuera de su lugar de origen.

Después de Burnin’, Livingston y Tosh, agobiados por el estrés de las giras, abandonaron The Wailers para iniciar sus carreras en solitario. En el próximo disco, Marley asumiría más protagonismo y contaría con una banda renovada. Surgieron dudas sobre el resultado del nuevo trabajo pero pronto serían disipadas. Y es que Natty dread (Island, 1974) dispuso por primera vez de los coros del trío femenino The I-Threes, formado por Marcia Griffiths, Judy Mowatt y su mujer Rita Marley, a la vez que ofrecía una potente sección instrumentista con los hermanos Aston y Carlton Barrett, el guitarrista Al Anderson y el teclista Bernard ‘Touter’ Harvey.

Bob Marley & The Wailers. Londres, 1980
Natty dread supuso el trampolín decisivo para la música reggae y de Bob Marley como superestrella. En febrero de 1975, se convierte en el primer álbum del grupo en entrar en la clasificación de éxitos de Estados Unidos. Con canciones como Rebel music (3 o’clock road block), Talkin’ blues, Revolution, Lively up yourself, Them belly full (but we hungry); sus composiciones habían adoptado una temática más comprometida -denunciando la grave situación política que atravesaba Jamaica- y contenían un marcado trasfondo humanitario, en contra de las injusticias, la opresión y las desigualdades sociales.

Aunque una de las piezas que más repercusión tuvo fue No woman, no cry. Según cuentan, Marley la compuso en un avión camino de Inglaterra durante una gira en 1973 y refleja los recuerdos de su juventud, época llena de dificultades pero, a la vez, feliz junto a sus amigos. El tema estaba acreditado a Vincent Ford, un conocido cantante y compositor musical de la infancia que, en los momentos más duros, le ofrecía alimentos gratis en el comedor social que tenía en aquel suburbio de Kingston. Esta era la única forma de que los beneficios por los derechos de autor repercutiesen en Ford y ayudarle así a que pudiese continuar con su obra de caridad para los niños más pobres.


Con una nueva versión de No woman, no cry, perteneciente a su disco Live! (Island, 1975) y grabada en directo el 19 de julio de 1975 en el Lyceum Theatre de Londres, Bob Marley & The Wailers ingresaron por vez primera en las listas del Reino Unido. Tras Natty dread y esas actuaciones que le siguieron, Marley se convertiría en una figura mundial más allá incluso de su música. Era un nuevo líder social, político y espiritual, el portavoz del movimiento rastafari y representante de la cultura jamaicana. Aunque como suele pasar en muchos casos, si en vida gozó de gran popularidad, ésta se acrecentó tras su muerte en mayo de 1981 en Miami (Florida), con tan sólo 36 años. Se iba el hombre, pero nacía el mito.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 6 de febrero de 2014.

sábado, 27 de octubre de 2018

El martillo de Pete Seeger


A menudo, la mayoría de las historias que se esconden detrás de las canciones suelen ser reales, sobre todo si es el propio artista el que narra cómo fue ese proceso creativo. Pero también incluyen un alto componente de leyenda. Esa versión novelada, que se transmite durante décadas y que le dan un carácter más épico a la composición. Aunque, del mismo modo, existe esa delgada línea donde se confunden ambos términos.
Pete Seeger, 1986

If I had a hammer (The hammer song), uno de los temas más representativos del icono del folk estadounidense Pete Seeger tiene, a mi juicio, algo de todo esto. Seeger había co-fundado los grupos The Almanac Singers y, más tarde, The Weavers, conjuntos que tenían su centro de operaciones en el Greenwich Village neoyorquino. Y con uno de sus compañeros de formación, Lee Hays, escribió en 1949 este himno de apoyo al movimiento progresista y por los derechos laborales en Norteamérica.

Por aquellos años, Seeger y Hays, junto al etnomusicólogo Alan Lomax y otros estudiosos, habían creado People’s song, la primera organización de música folk norteamericana dedicada a promover, difundir y distribuir a artistas y canciones tradicionales y populares. Publicaban un boletín trimestral que se convertiría, además, en una importante referencia para las revistas musicales de este género que llegarían después, como Sing out! o Broadside.

Según cuentan, en una de las primeras reuniones de aquel colectivo, los dos músicos se aburrían tanto con las divagaciones de los ponentes que comenzaron a escribir algunos versos en una servilleta de papel. Esas primeras estrofas improvisadas serían el germen del tema que nos ocupa, If I had a hammer.

La canción se estrenó el 3 de junio de 1949 en el Saint Nicholas Arena de Nueva York -que en sus inicios fue pista de hielo y después de boxeo- durante una cena de homenaje a los dirigentes del Partido Comunista de los Estados Unidos. La letra es un llamamiento a la desfavorecida y explotada clase obrera del momento, a la que anima a luchar por su libertad y por la igualdad en el trabajo.

Es conocido que el repertorio de Pete Seeger está impregnado de textos reivindicativos: antibelicistas, en contra del racismo, a favor de los movimientos sociales, sindicalistas o en defensa del medioambiente. Perteneció al Partido Comunista hasta 1950 aunque nunca abandonó su activismo político ni sus ideales, que se reflejaron en sus composiciones. Esto provocaba el recelo del Gobierno. Y es que eran tiempos convulsos. Finalizada la II Guerra Mundial y con los inicios de la Guerra Fría, el país norteamericano estaba inmerso en una cruzada anticomunista que se llevó a cabo mediante la denominada ‘caza de brujas’ impulsada por el senador republicano Joseph McCarthy. Paradójicamente, ya en 1955, Seeger sería citado a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas por su militancia. Se negó a contestar sobre sus ‘temas privados’ y fue condenado a cárcel por desacato, aunque finalmente no ingresó en prisión. No obstante, esto provocó el veto de las emisoras de radio y televisión nacionales, en las que no aparecería durante años.

En 1950, The Weavers, la formación compuesta por Seeger, Hays, Ronnie Gilbert y Fred Hellerman editaban la versión original de The hammer song en marzo de ese año. Un sencillo de 10” a 78 rpm. en la compañía Hootenanny Records, con Banks of marble en su cara B. Sin embargo, no alcanzaría la repercusión que esperaban.
The Weavers

Más de una década después, en 1962, el tema sí que obtendría un notable éxito. Por aquel entonces, Seeger ya había abandonado The Weavers para iniciar su carrera en solitario. El motivo, que el grupo había aceptado grabar un anuncio para la marca de cigarrillos Lucky Strike cuando él se había opuesto a esa decisión. Por su parte, el trío folk Peter, Paul and Mary habían hecho su particular adaptación de If I had a hammer. Fue lanzado como single de su primer LP -homónimo, de 1962, editado por Warner- y consiguieron colocarlo entre los diez primeros puestos de la clasificación de ventas del país. Ahora las protestas no eran tanto por motivos laborales, sino que estaba muy presente el movimiento por los derechos civiles para los afroamericanos, encabezado por Martin Luther King. Esto había despertado en la conciencia de buena parte de la ciudadanía el rechazo a la discriminación racial existente, por lo que la melodía tomó una nueva dimensión. Se había convertido en uno de los baluartes de la defensa por la igualdad social.

Después llegarían multitud de versiones, aunque como siempre, unas más afortunadas que otras. Cabe destacar la tercera posición en las listas que ocupó la revisión de If I had a hammer del cantante, guitarrista y actor de ascendencia mexicana, aunque natural del estado de Texas, Trini López, en 1963, y que fue incluida en su álbum Trini López at PJ’s (Reprise, 1963).


Pete Seeger falleció el 27 de enero de 2014 a los 94 años en el Presbyterian Hospital de Nueva York por causas naturales. Luchador impenitente contra las injusticias, virtuoso del banjo, estudioso y divulgador musical, es considerado, junto a Woody Guthrie, como uno de los padres de la música folklórica y de raíces estadounidense. Ambos fueron una grandísima influencia para la nueva hornada de trovadores que irrumpieron en la escena del folk de finales de los años 50 y comienzos de los 60, como por ejemplo Bob Dylan, Joan Baez o Phil Ochs, así como para otro buen número de grupos y solistas de los más diversos estilos. Descanse en paz, Pete.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 30 de enero de 2014.

viernes, 26 de octubre de 2018

Un paseo por la ciudad con Petula Clark


El 1 de febrero de 1964, The Beatles alcanzaban por primera vez el número 1 de las listas de singles de Estados Unidos con I want to hold your hand. Una semana después, aterrizaban en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York procedentes del vuelo 101 de Pan American para actuar, dos días más tarde, en el famoso programa de televisión Ed Sullivan Show. Se iniciaba así el período conocido como la Invasión Británica musical en Norteamérica, que duraría hasta 1966.

Otros artistas del Reino Unido -pocos, eso sí- ya habían conseguido antes coronar la clasificación de hits estadounidenses con algunos de sus temas. Pero fue a partir de aquel momento cuando se fueron sucediendo en el lugar más alto de la tabla grupos y solistas como Peter and Gordon, The Animals, Manfred Mann, Dusty Springfield o The Rolling Stones.

También lograría esa distinción Petula Clark, que el 23 de enero de 1965 colocaba en la cima de Billboard su flamante Downtown, convirtiéndose en la primera vocalista femenina británica en llegar a ese puesto desde 1952, año en el que lo obtuvo Vera Lynn con Auf wiederseh’n sweetheart.

Downtown es la canción más famosa y con la que ha obtenido más repercusión internacional Petula Clark. Compuesta y producida por el inglés Tony Hatch, está inspirada por un viaje de éste a Nueva York. Allí, mientras paseaba por Central Park, Broadway o Times Square, e impresionado por la belleza de la ciudad, iba surgiendo en su mente la melodía y el título, creyendo que esa zona era el centro de la Gran Manzana, cuando realmente está más orientado hacia Battery Park.

En un principio, Hatch la había pensado como una pieza de doo wop que ofrecería al grupo The Drifters, pero después de esbozarla se dirigió a París, donde residía Petula Clark en aquellos años, para convencerla de que fuese ella la que la grabara. Ya habían trabajado juntos antes aunque costó que aceptara. Finalmente lo hizo cuando Hatch le garantizó que la acabaría con unos versos acordes a la calidad de la música. Sin embargo, media hora antes de registrarlo, Hatch aún estaba retocando la letra.

El tema se grabó el 16 de octubre de 1964 en los Pye Studios, en Marble Arch (Londres), y entre los numerosos músicos de sesión que colaboraron estaba el guitarrista Jimmy Page, posteriormente fundador de Led Zeppelin.

La canción se lanzó en noviembre y llegó al número 2 en el Reino Unido un mes más tarde, permaneciendo tres semanas en ese puesto, ya que no pudo superar a I feel fine de The Beatles. Despachó 500.000 copias en su país y consiguió el Disco de Oro por ello. Mientras, un ejecutivo de Warner Bros., Joe Smith, que estaba en la capital inglesa a la caza de nuevos temas para la compañía, enseguida vislumbró las grandes posibilidades de la composición y fue el encargado de que el sello para el que trabajaba lo publicara en Estados Unidos. Como se suele decir, el resto es historia. Millones de unidades vendidas, primera artista femenina británica en obtener un Disco de Oro en U.S.A. y el gran logro: situarse en el puesto más privilegiado de las listas norteamericanas, donde se mantuvo dos semanas, hasta que The Righteous Brothers le arrebataron la plaza con You’ve lost that lovin’ feelin’.

Después, Petula Clark colocaría consecutivamente catorce singles más en el top 40 estadounidense, como por ejemplo I know a place o My love, número 1 igualmente. Por Downtown ganó un Grammy, además de otros premios. El tema se llegó a editar en cuatro idiomas y tuvo especial relevancia en países tan distintos como Francia, Australia, Países Bajos, Sudáfrica, Alemania, Japón, Italia o India. Versionada en multitud de ocasiones, en español hubo adaptaciones como las de la vocalista granadina Gelu o las Hermanas Benítez (Chao chao) y hasta fue cantada en catalán en 1966 por Lita Torelló. Ha aparecido en un gran número de películas, series y anuncios, y la propia Petula Clark la regrabó varias veces durante las décadas siguientes.


Petula Sally Olwen Clark fue un talento precoz. Nacida en 1932 en Epsom, Surrey (Inglaterra), comenzó su carrera con diez años en la radio estatal BBC. Tal fue su popularidad que, en plena II Guerra Mundial, hacía programas de entretenimiento para las tropas. Asimismo, cantaba en un coro y profesaba una gran afición al teatro, inculcada por su padre. De hecho, su ilusión era ser actriz.

Y lo consiguió. Debutó en la gran pantalla en 1944 con Medal for the general (Maurice Elvey), llegando a ser una estrella del celuloide durante los años 40 y 50. Ha participado desde entonces en más de 30 películas y su relación con el séptimo arte también ha abarcado la composición de bandas sonoras. Aunque no menos importante ha sido su papel en la televisión desde que empezara en ella en 1946. Ha actuado en series y llegó a tener varios programas y espacios propios, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos.

En 1949 inició su carrera musical publicando el single Put your shoes on Lucy. Con la pieza infantil The little shoemaker ya obtuvo el puesto más alto en Australia en 1954. Desde entonces, centenares de canciones editadas y excelentes resultados cosechados, como con Sailor (Pye Records, 1961), su primer tema en la cima de las listas del Reino Unido, o This is my song, perteneciente a la cinta La condesa de Hong Kong (Charles Chaplin, 1967), con la que alcanzaba una vez más el número 1, por poner sólo algunos ejemplos.

Petula Clark continúa en activo, aunque con trabajos más espaciados en el tiempo desde los años 80. Sin embargo, su último disco salió al mercado a principios de 2013, Lost in you (Sony Music). Y es que, estamos hablando de una de las vocalistas británicas más prolíficas: siete décadas de carrera y más de 70 millones de discos vendidos en todo el mundo.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 23 de enero de 2014.