Tercero
de doce hermanos de una familia muy religiosa, Richard
Wayne Penniman
comenzó a tocar el piano
y a cantar góspel
en el coro de la Iglesia Adventista de la que su padre era sacerdote.
Esa música era la única que le permitían escuchar aunque el joven
Little
Richard
deseaba explorar otros sonidos no muy bien vistos por la sociedad de
la época. Esto, unido a su homosexualidad, dio lugar a que las
diferencias con su progenitor fuesen insalvables y decidiera dejar el
instituto para marcharse de casa a los 15 años.
Richard
desempeñó distintos oficios para ganarse la vida mientras llegaba
la oportunidad de dedicarse profesionalmente a la música. Recorrió
pueblos en un carro junto a un curandero para actuar en sus 'medicine
shows’ -Espectáculos muy habituales en las zonas rurales del sur
y oeste de Estados Unidos durante el S.XIX y principios del XX, en
los cuales, falsos médicos y curanderos vendían sus pociones
milagrosas mientras amenizaban a los posibles clientes con números
cómicos y musicales ofrecidos desde un carro a modo de escenario- y
pasó por los escenarios de numerosos locales y salas hasta que, en
1949, Johnny
y
Ann Johnson,
un matrimonio que regentaba el club Tick
Tock
en su Macon
natal -en el estado de Georgia-, lo acogieron y le permitieron
desarrollar allí su talento musical.
Tras
ganar un concurso local en 1951, grabó ocho sencillos de blues y R&B
con Camden
Records,
una subsidiaria de RCA que, sin embargo, no obtuvieron gran
repercusión. Poco a poco iba absorbiendo influencias de cantantes
como Billy
Wright
–del que tomó su llamativa forma de vestir, el peinado, con gran
tupé, y el maquillaje- o del músico Esquerita,
del que aprendió la manera tan enérgica de tocar el piano. A
finales de 1953 ficharía por el sello Peacock,
con el que editó algunos singles al año siguiente. Seguía sin
alcanzar notoriedad en el panorama discográfico pero comenzaba a dar
muestras de sus cualidades e intenciones: canciones de un rhythm and
blues acelerado, característica con la que definió más tarde el
rock and roll.
Desanimado
porque su carrera musical no despegaba, volvió a trabajar en otros
menesteres, esta vez, lavando platos en la estación de autobuses de
su ciudad. No obstante, le recomendaron enviar algunas de sus
grabaciones a Specialty
Records,
propiedad de Art
Rupe.
El sello angelino estaba buscando su particular Ray Charles y tras
seis meses de espera, finalmente se decidieron, compraron el contrato
a Peacock Records y ficharon a Little Richard.
Se
dirigió hasta los estudios J&M
de Cosimo
Matassa
en Nueva
Orleans,
donde solían registrar sus canciones los artistas de la compañía,
y con la producción de Robert
‘Bumps’ Blackwell,
comenzaron las sesiones de grabación. A Richard le encantaba el
sonido de Fats
Domino, así que en Specialty se encargaron de contratar a algunos de los
músicos de su orquesta. Las primeras tomas no funcionaron, pero
durante un descanso, Richard se puso a improvisar con el piano y a
cantar una letra que tenía en mente desde sus tiempos de lavaplatos.
A ella añadió palabras sueltas, onomatopeyas que iban siguiendo el
ritmo que le dictaba su cabeza, como si de un redoble de tambor se
tratara… “A-wop-bop-a-loo-bop-a-lop-bam-boom”…
“¡Exacto,
eso es lo que necesitamos!”, exclamó Blackwell.
Pero
algo no terminaba de gustar a los responsables de la discográfica.
La letra era obscena y sexualmente muy explícita, por lo que tendría
dificultades para pasar la censura y convertirse en el ansiado éxito
que perseguía Little Richard: “Tutti
frutti, good booty /
if it don’t fit, don’t force it /
you can grease it, make it easy”.
Algo así como “Tutti
frutti (una
alusión a los gays),
buen culito /
si no entra, no lo fuerces /
puedes engrasarlo, hazlo fácil”.
De
este modo, se le encarga a la compositora Dorothy
LaBostrie
reescribir el tema para que incluya frases menos escandalosas. En
poco tiempo la tiene finalizada y en unos quince minutos, Little
Richard registra la canción: Tutti
frutti.
La pieza nunca se grabaría con aquella letra original, así que el
resultado fue tal y como lo conocemos hoy. Era el 14 de septiembre de
1955 y la primera referencia del artista en Specialty era publicada
en noviembre. A últimos de mes ya había entrado en las listas de
R&B de Estados Unidos y más tarde llegaba al top 20 de Billboard
y al 30 en el Reino Unido, aunque dos años después, como cara B de
Long tall Sally.
Tutti
frutti
fue el primer gran éxito de la extensa carrera de Richard. Uno de
los temas más relevantes de la historia del rock and roll, que sonó
incansablemente en las emisoras de radio de ambos lados del Atlántico
y que después fue versionado por Pat Boone o Elvis Presley, entre
otros. Fue una pieza más en el entramado del nuevo estilo musical
que se estaba fraguando y que iba a revolucionar la sociedad
norteamericana de mediados del siglo XX.
Little
Richard, el autoproclamado ‘Arquitecto
del rock’,
hizo que los espectadores alucinaran con su extravagante puesta en
escena, sus desgarradores alaridos, la vibrante forma de tocar el
piano y el ritmo vertiginoso que imprimía a sus canciones. Y todo
ello, aderezado con unas letras muy picantes. Provocativo, incorrecto
y de vida disoluta –que abandonó en algunos períodos para
abrazarse a la fe religiosa-, el ‘Melocotón
de Georgia’
acaba de cumplir 81
años
y ha interpretado sus clásicos sobre el escenario hasta hace poco
tiempo. Sin embargo, su delicada salud le ha hecho aparecer en menos
ocasiones de las deseadas, hasta que finalmente, en septiembre,
anunciaba que se retiraba
de la música.
“Estoy acabado”, dijo.
Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 5 de diciembre de 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario