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viernes, 19 de octubre de 2018

Honores al Rey


El 16 de agosto de 1977 fallecía uno de los iconos musicales y culturales más importantes del S.XX, Elvis Presley, aunque su amplio legado mantiene vivo su espíritu. De hecho es uno de los artistas que, tras su muerte, más beneficios genera, sólo superado por su yerno póstumo, Michael Jackson. El Rey del rock and roll no inventó el género. Eso es más atribuible a otros como Chuck Berry, Little Richard, Bill Haley o Carl Perkins, entre otros, pero su aportación fue trascendental para la popularidad y el rápido desarrollo que alcanzó el estilo. Tampoco destacaba por la composición de canciones ni por tocar bien la guitarra, se limitaba a interpretar ¡Pero de qué manera! Dicen que tenía algo; algo muy especial. Y es que su forma de moverse, de cantar y su actitud en el escenario eran más que espectaculares.

Elvis Aaron Presley nació en Tupelo, Mississippi, el 8 de enero de 1935, en el seno de una familia muy humilde. Desde pequeño se sintió atraído por la música y disfrutaba escuchando temas country y blues. A los 10 años ya destacó en un concurso de canto, tras el cual, le regalaron su primera guitarra. Siendo adolescente, se traslada junto a sus progenitores a Memphis, Tennessee, en busca de un futuro mejor. No era buen estudiante. Tímido e inseguro, despertaba el rechazo de sus compañeros de clase por su forma de vestir y por su pelo, con ese inconfundible tupé que cuidaba y moldeaba con distintos ungüentos.

Cuando finaliza el instituto comienza a trabajar como camionero. Pero un día, aparca su vehículo en la puerta del edificio de Sun Records y la historia de la música da un vuelco. Uno de los servicios que ofrecía la compañía era la posibilidad de que cualquiera pudiese cantar en uno de sus estudios y, por dos dólares cada cara, registrar un disco para uso particular. Así que Elvis, como regalo de cumpleaños para su madre, Gladys, le grabó un par de baladas, My happiness y That’s when your heartaches begin, temas que había popularizado el grupo de música vocal norteamericano The Ink Spots.

La astuta secretaria de la discográfica, Marion Keisker, había captado las cualidades de aquel “chico blanco con voz de negro” y anotó sus datos para recomendarlo al dueño del sello, Sam Phillips. Sin embargo, a éste no le satisficieron las pruebas que Elvis realizó. Recibió varias negativas hasta que finalmente rubricaron el contrato. En julio de 1954, Presley grababa su primer single para la compañía, That’s all right y Blue moon of Kentucky en la cara B. En el disco figuraba su autoría compartida con Scotty and Bill; es decir, el guitarrista Scotty Moore y el bajista Bill Black, miembros de la banda The Blue Moon Boys, a la que se unió después el batería D.J. Fontana, y que acompañaron a Elvis en sus primeras grabaciones.


Después de este primer éxito -llegó a vender 20.000 copias-, comenzó a actuar por toda la ciudad. Eran unas sesiones en las que derrochaba toda su energía sobre el escenario, con sus poses desafiantes y sus sensuales contoneos de caderas.

En 1955 alcanza el número uno en las listas norteamericanas con Mystery train y, a principios de 1956, repite posición con Hearthbreak hotel, grabado en su nuevo sello, RCA, quien se hizo con sus servicios tras pagar una importante cantidad a Phillips por su traspaso. Ese año también debutó en la gran pantalla con Love me tender, bajo la dirección de Robert Webb. Hasta finales de los 60, su fama no paraba de crecer gracias a canciones como Jailhouse rock -compuesta por Jerry Leiber & Mike Stoller, aparece en la película del mismo nombre dirigida por Richard Thorpe en 1957- y las versiones de Blue suede shoes y Tutti frutti, de Carl Perkins y Little Richard, respectivamente.

Pero un ineludible compromiso provocó el primer paréntesis de su carrera. En marzo de 1958 era llamado a filas del ejército estadounidense para cumplir con el servicio militar. Tras un período de instrucción cerca de Arkansas, en septiembre se marcha rumbo a Friedberg, Alemania, para continuar con sus obligaciones patrióticas. Allí coincidió por primera vez con Priscilla Beaulieu, con quien se casó en 1967 (aunque vivía con ella desde 1962 en Graceland, mansión que compró cinco años antes). En tierras germanas también recibió la triste noticia del fallecimiento de su madre, hecho que le afectó profundamente, permaneciendo durante una semana encerrado en una habitación sin querer ver a nadie.

Una vez finalizada la mili, en marzo de 1960, volvió a Estados Unidos para retomar su carrera musical. Sería un período de luces y sombras. Nuevos éxitos como el LP Elvis is back! (RCA, 1960) y clásicos como It’s now or never, Surrender o Can’t help falling in love dieron paso a su dedicación casi exclusiva al cine durante buena parte de la década. Elvis quería triunfar en Hollywood y para ello rodaba, a un ritmo frenético, una importante cantidad de películas que, aunque le reportaron buenos beneficios, no contó con el beneplácito de la crítica. Su figura se estaba apagando por momentos. Sus interpretaciones de los años 50 habían desaparecido mientras que las ventas iban cayendo y sus filmes perdían el interés del público.


En 1968 se produciría su siguiente ‘regreso’ con una aparición estelar en la cadena de televisión NBC para un programa especial de Navidad. Ya entrado el siguiente año, consiguió dos nuevos números uno con los singles In the ghetto y Suspicious mind. Se trasladó a vivir a Las Vegas. Allí realizó numerosos conciertos y siguió publicando canciones aunque no con tanto éxito como las de antaño. Firmó una gira anual por el país y la grabación de nuevos discos. Problemas personales, como la separación de su mujer, hicieron que empezara a abusar de los medicamentos.

La salud de Elvis se había resentido por el abundante consumo de narcóticos, anfetaminas y otros fármacos. Durante un concierto en Baltimore, Maryland, sufrió un colapso, aunque sus médicos intervinieron a tiempo. Le aconsejaron descanso y tranquilidad, pero no hizo caso. Necesitaba al público, el rock, recuperar el tiempo perdido… Pero tuvo que llegar aquella fatídica fecha. Su pareja por entonces, Ginger Alden, lo encontraba inconsciente en un cuarto de baño de Graceland. Murió a las pocas horas. Un ataque al corazón, derivado de una ingesta masiva de tranquilizantes recetados por su médico particular, George Nichopoulos, acabó con el Rey del rock and roll a los 42 años.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 15 de agosto de 2013.