El
inicio de la bossa nova se suele fechar en julio de 1958, año en el que Antonio Carlos Jobim
y Vinícius de Moraes registran Chega
de saudade. Pero fue tras
el estreno de la película francesa de 1959 Orfeu
Negro, dirigida por
Marcel Camus y con espléndida banda sonora a cargo de Luis Bonfá y
el propio Jobim, cuando la música brasileña comenzó a tener una
importante relevancia internacional. Un interés que iría creciendo
en años posteriores. Después de una gira por Sudamérica, el
guitarrista norteamericano Charlie
Byrd volvía a su país
con una serie de grabaciones de las canciones que había oído en
Brasil y convenció al saxofonista Stan
Getz para grabar un disco
en el que mezclarían dichos sonidos con el jazz. El resultado fue el
LP Jazz/Samba de 1962, que marcaría el principio del éxito de esta nueva y
sugerente fusión musical, alcanzando gran popularidad en Estados
Unidos y en el resto del mundo.
Pero
el espaldarazo definitivo de la bossa nova llegaría en 1963
con la edición del álbum Getz/Gilberto (Verve),
firmado por Stan Getz,
el vocalista y guitarrista Joâo
Gilberto y el pianista Tom
Jobim, a los que se unieron
para la grabación Astrud
Gilberto, Tommy Williams
como bajista y Milton Banana a la batería. Grabado en Nueva York con
producción de Creed Taylor,
el disco contenía piezas magistrales como Desafinado
o Corcovado,
pero sin duda, su composición más recordada será Garota
de Ipanema en su adaptación
al inglés a cargo de Norman
Gimbel, The
girl from Ipanema.
En
un principio, la canción tenía por nombre Menina
que passa y fue pensada
para ser parte integrante de una comedia musical que nunca llegó a
estrenarse, Dirigível.
El estreno de la primera versión del tema fue en una actuación en
directo en el restaurante Bon
Gourmet de Copacabana -Río
de Janeiro-, en agosto del 62, a cargo de los artífices de la misma
junto al conjunto vocal Os Cariocas, pero no llegaría a
comercializarse. La que sí apareció en disco fue la de Pery Ribeiro
para su álbum É todo
bossa.
En contra de lo que se piensa, Jobim compuso la melodía en su apartamento y Vinícius de Moraes se encargó de crear la letra en su casa de la ciudad de Petrópolis en 1962 y no en el bar Veloso, local situado en el cosmopolita y bohemio barrio de Ipanema -en Río de Janeiro-, que ambos frecuentaban junto a muchos intelectuales en los años 60. No obstante, la inspiración sí llegó en ese establecimiento, desde donde veían pasar a hermosas chicas que iban contoneándose camino de la playa y, más concretamente, a una joven de 18 años, morena y con los ojos verdes a la que, en su honor, se dedicó esta ya legendaria Chica de Ipanema.
Según
desveló Vinícius en un artículo que firmó para la revista
Manchete
en 1965, la joven que inspiró la canción era una preciosa chica de
aquellas que pasaban por el bar Veloso: Helô
Pinheiro, de verdadero
nombre Heloísa Eneida Menezes Paes Pinto. Los autores del tema
decían que ella representaba el ideal de la mujer carioca: bella, de
esbelta y bronceada figura y con una forma de caminar que enamoraba;
en definitiva, esa gracia natural de la que se hace eco la
composición. Sin embargo, por esa época la ‘Garota
de Ipanema’ era una
muchacha tímida de clase media, educada de forma conservadora y
estricta, que acababa de comenzar su carrera como profesora de
primaria en un colegio de las afueras de la ciudad y que pasaba sus
ratos libres en la arena de la playa de aquel barrio. Una vida
normal, alejada de la idealización y del mito que se generaría con
la canción.
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Helô Pinheiro en 2006 |
Esta mujer hoy es una famosa empresaria en su país. Fundó una tienda donde comercializa una línea de ropa que lleva el nombre de la canción que la hizo famosa, pero antes también presentó programas de televisión, actuó en telenovelas y posó para la portada de la revista Playboy en dos ocasiones (la segunda vez en 2003, junto a su hija). Diversos trabajos para poder ayudar a su familia tras haber pasado por momentos económicamente delicados.
No obstante, el tema que le dio fama no le reportó demasiados réditos, más bien contratiempos. En 2001, tras la muerte de Tom Jobim, sus herederos le demandaron por usar como nombre para su negocio el título de la canción. Argumentaban que, por el mero hecho de ser la inspiradora, no le correspondía beneficiarse de los derechos de autor. Un incidente que se resolvió de mutuo acuerdo, pero que le provocó unos problemas con los que nunca hubiese deseado encontrarse.
Sea como fuere, gracias a esta mujer podemos disfrutar de esta maravilla de canción, una de las cimas de la música popular del siglo XX, un tema sin fecha de caducidad, interpretado en distintos idiomas, utilizada en numerosas películas y versionado en multitud de ocasiones por artistas de los más diversos estilos, principalmente del jazz.
Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 6 de junio de 2013.
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