miércoles, 7 de noviembre de 2018

'Young Americans. La cultura del rock (1951-1965)', de Justo Serna y Alejandro Lillo


No es posible retroceder en el tiempo para conocer una época distinta a la que nos ha tocado vivir, pero sí que existen numerosos vestigios que nos ayudan a acercarnos más a ella con grandes dosis de realismo. Uno de esos canales para comprender algunos episodios de la Historia más reciente, por ejemplo, los años 50 y 60 del pasado siglo, es la música. A través de las canciones y sus letras o de las actitudes de sus intérpretes podemos hacernos una idea de cuáles eran las inquietudes de la sociedad, los problemas por los que atravesaban o sus aspiraciones y anhelos. Aunque el gran auge creativo surgido en aquellos años también se vio reflejado en otras disciplinas artísticas.

Todo esto es lo que proponen los historiadores Justo Serna y Alejandro Lillo en el libro Young Americans. La cultura del rock (1951-1965), publicado por Punto de Vista Editores. Un relato sociológico, político y cultural de ese período fundamental para entender el nacimiento y apogeo del rock and roll como fenómeno de masas y como símbolo identificativo de una juventud con ganas de cambiar las normas establecidas.

Y es que, tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos se presentaba como el país de las oportunidades, al que acudían muchos inmigrantes en busca del 'sueño americano’. Una nación moderna y próspera, donde las familias gozaban de un bienestar económico que posibilitaba el consumo masivo. Época en la que se popularizan los electrodomésticos, con especial relevancia para la televisión, convertida en transmisora de valores y espectáculos y en un nuevo trampolín para publicistas y marcas con el que obtener mejores ventas de sus productos.

Una Norteamérica de la opulencia, en la que se crean grandes infraestructuras que facilitan la comunicación de mercancías e ideas y se fabrican vehículos en cadena, con el coche como sinónimo de independencia y poderío. Pero también con una moral falsa, conservadora e hipócrita en la que se ocultan problemas como la segregación racial, la pobreza, la marginalidad o los conflictos bélicos mediante la imagen idealizada que transmitían los medios de comunicación.

Este caldo de cultivo hace que unos jóvenes cada vez mejor formados académicamente se rebelen y muestren su descontento. Tienen mayores expectativas y rechazan el conformismo en el que se han instalado sus progenitores. Cambian su forma de vestir por pantalones vaqueros y cazadoras de cuero, se dejan el pelo más largo -moldean con gomina sus tupés- y adoptan el rock and roll como vía de escape. Son amantes de las motos, de la velocidad, del riesgo… quieren vivir al límite.

El cine se contagia de este desasosiego juvenil. Las películas empiezan a mezclar juventud con rock, indisciplina y delincuencia, como en Blackboard jungle (Semilla de maldad) (Richard Brooks, 1955), The wild one (Salvaje) (László Benedek,1953) o Rebel without a cause (Rebelde sin causa) (Nicholas Ray, 1955). Hollywood es un escaparate fundamental para el resto del mundo y poder mostrar sus propios iconos. Marlon Brando o James Dean son algunos de los modelos a seguir. Asimismo, y aunque se pretendía enmascarar el deseo sexual, el celuloide comienza a explotar la imagen del mito erótico con figuras tan destacadas como Jayne Mansfield o Marilyn Monroe.

Aquellos audaces chicos también se sintieron muy identificados con los protagonistas de obras literarias como On the road (En el camino) de Jack Kerouac -publicada en 1957- o The catcher in the rye -1951- (El guardián entre el centeno) de J.D. Salinger.

En el apartado musical, son muy interesantes las claves que ofrece este trabajo para entender el origen del nuevo género y de por qué otros intérpretes relevantes como Pete Seeger o Woody Guthrie no habían movilizado anteriormente a tantos seguidores como los pioneros del rock and roll -Little Richard, Buddy Holly, Chuck Berry, Eddie Cochran, Gene Vincent o, sobre todo, Elvis Presley-. Unas figuras que vivieron su momento álgido a mediados de los 50 y que con el paso del tiempo fueron perdiendo protagonismo en favor de otros artistas que venían pisando fuerte, ofreciendo una cara más amable del rock, como Paul Anka, Frankie Avalon o Neil Sedaka.

También trascendentales son los acontecimientos que se suceden en los albores de los 60, con la irrupción de otro talento de la talla de Bob Dylan, la modernidad que trajo el mandato de J.F. Kennedy y su llorada muerte en 1963, así como la denominada ‘Invasión británica’, que se produce unos meses después, con The Beatles y The Rolling Stones a la cabeza para conquistar musicalmente el país.

A Young Americans. La cultura del rock (1951-1965), título que homenajea al LP de David Bowie de 1974, se le puede echar en falta un índice onomástico y un anexo que recopile las numerosas obras y datos que contienen sus páginas. Pero es un ensayo que enriquece y entretiene tanto, que su lectura resulta más que recomendable. Porque transmite los sentimientos más profundos de aquella juventud, reflejado en las letras del rock and roll. Una música que, aunque no contó con el beneplácito de los mayores, que la veían como una amenaza para los valores tradicionales (incluida la política), consiguió imponerse en su momento y sigue teniendo vigencia hoy en día. Así que, recuerden, indagar en el pasado permite conocer mejor el presente.


Young Americans. La cultura del rock (1951-1965). Justo Serna y Alejandro Lillo (2014). Punto de Vista Editores.



Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 7 de mayo de 2014.

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