No
es posible retroceder en el tiempo para conocer una época distinta a
la que nos ha tocado vivir, pero sí que existen numerosos vestigios
que nos ayudan a acercarnos más a ella con grandes dosis de
realismo. Uno de esos canales para comprender algunos episodios de la
Historia más reciente, por ejemplo, los años 50 y 60 del pasado
siglo, es la música. A través de las canciones y sus letras o de
las actitudes de sus intérpretes podemos hacernos una idea de cuáles
eran las inquietudes de la sociedad, los problemas por los que
atravesaban o sus aspiraciones y anhelos. Aunque el gran auge
creativo surgido en aquellos años también se vio reflejado en otras
disciplinas artísticas.
Todo
esto es lo que proponen los historiadores Justo
Serna y Alejandro
Lillo en el libro Young
Americans. La cultura del rock (1951-1965),
publicado por Punto de Vista Editores. Un relato sociológico, político y cultural de ese período
fundamental para entender el nacimiento y apogeo del rock and roll
como fenómeno de masas y como símbolo identificativo de una
juventud con ganas de cambiar las normas establecidas.
Y
es que, tras la II Guerra Mundial, Estados Unidos se presentaba como
el país de las oportunidades, al que acudían muchos inmigrantes en
busca del 'sueño americano’. Una nación moderna y próspera,
donde las familias gozaban de un bienestar económico que
posibilitaba el consumo masivo. Época en la que se popularizan los
electrodomésticos, con especial relevancia para la televisión,
convertida en transmisora de valores y espectáculos y en un nuevo
trampolín para publicistas y marcas con el que obtener mejores
ventas de sus productos.
Una
Norteamérica de la opulencia, en la que se crean grandes
infraestructuras que facilitan la comunicación de mercancías e
ideas y se fabrican vehículos en cadena, con el coche como sinónimo
de independencia y poderío. Pero también con una moral falsa,
conservadora e hipócrita en la que se ocultan problemas como la
segregación racial, la pobreza, la marginalidad o los conflictos
bélicos mediante la imagen idealizada que transmitían los medios de
comunicación.
Este caldo de cultivo hace que unos jóvenes cada vez mejor formados
académicamente se rebelen y muestren su descontento. Tienen mayores
expectativas y rechazan el conformismo en el que se han instalado sus
progenitores. Cambian su forma de vestir por pantalones vaqueros y
cazadoras de cuero, se dejan el pelo más largo -moldean con gomina
sus tupés- y adoptan el rock
and roll como vía de
escape. Son amantes de las motos, de la velocidad, del riesgo…
quieren vivir al límite.
El
cine
se contagia de este desasosiego juvenil. Las películas empiezan a
mezclar juventud con rock, indisciplina y delincuencia, como en
Blackboard jungle (Semilla de maldad) (Richard Brooks, 1955),
The wild one (Salvaje) (László Benedek,1953) o Rebel without a cause (Rebelde sin causa) (Nicholas Ray, 1955).
Hollywood es un escaparate fundamental para el resto del mundo y
poder mostrar sus propios iconos. Marlon
Brando o James
Dean son algunos de los
modelos a seguir. Asimismo, y aunque se pretendía enmascarar el
deseo sexual, el celuloide comienza a explotar la imagen del mito
erótico con figuras tan destacadas como Jayne
Mansfield o Marilyn
Monroe.
Aquellos
audaces chicos también se sintieron muy identificados con los
protagonistas de obras
literarias como On
the road (En
el camino) de Jack Kerouac
-publicada en 1957- o The
catcher in the rye -1951- (El guardián entre el
centeno) de J.D. Salinger.
En
el apartado musical, son muy interesantes las claves que ofrece este
trabajo para entender el origen del nuevo género y de por qué
otros intérpretes relevantes como Pete Seeger o Woody Guthrie no
habían movilizado anteriormente a tantos seguidores como los
pioneros del rock and roll -Little Richard, Buddy Holly, Chuck Berry,
Eddie Cochran, Gene Vincent o, sobre todo, Elvis Presley-. Unas figuras que
vivieron su momento álgido a mediados de los 50 y que con el paso
del tiempo fueron perdiendo protagonismo en favor de otros artistas
que venían pisando fuerte, ofreciendo una cara más amable del rock,
como Paul Anka, Frankie Avalon o Neil Sedaka.
También
trascendentales son los acontecimientos que se suceden en los albores
de los 60, con la irrupción de otro talento de la talla de Bob
Dylan, la modernidad que
trajo el mandato de J.F.
Kennedy y su llorada muerte
en 1963, así como la denominada ‘Invasión británica’, que se
produce unos meses después, con The Beatles y The Rolling Stones a la cabeza
para conquistar musicalmente el país.
A
Young Americans. La
cultura del rock (1951-1965),
título que homenajea al LP de David Bowie de 1974, se le puede echar
en falta un índice onomástico y un anexo que recopile las numerosas
obras y datos que contienen sus páginas. Pero es un ensayo que
enriquece y entretiene tanto, que su lectura resulta más que
recomendable. Porque transmite los sentimientos más profundos de
aquella juventud, reflejado en las letras del rock and roll. Una
música que, aunque no contó con el beneplácito de los mayores, que
la veían como una amenaza para los valores tradicionales (incluida
la política), consiguió imponerse en su momento y sigue teniendo
vigencia hoy en día. Así que, recuerden, indagar en el pasado
permite conocer mejor el presente.
Young Americans. La cultura del rock (1951-1965). Justo Serna y Alejandro Lillo (2014). Punto de Vista Editores.
Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 7 de mayo de 2014.
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