miércoles, 14 de noviembre de 2018

Néctar y la Naranja Mecánica


Sólo por el cuidado formato en el que viene presentado el primer álbum de Néctar -el último proyecto en el que participó Germán Coppini-, resulta más que apetecible: un LP naranja de 180 gr., acompañado de un CD cuya ‘galleta’ simula los microsurcos de un vinilo y que contiene todas las canciones más dos temas extra; además de un libreto con las letras, fotografías de Miguel Ángel Sánchez, Beni García y Gonzalo Fernández –autor de la imagen de la portada-, y textos de los componentes del grupo, Elvira Reig –esposa de Germán-, Antonio Marín Albalate y Pablo Lacárcel, director del sello que publica el disco, Lemuria Music.

Foto: lemuriamusic.com
Pero lo más interesante, sin duda, es su música. Un álbum de rock, en la acepción más clásica del género que, aún sonando fresco y actual, tiene marcadas reminiscencias de los años 80 y 90, a la vez que coquetea con diversos estilos musicales.

Grabado en los Estudios Ática de Málaga, algunos de sus doce cortes son auténticos pildorazos repletos de energía, como Tiempo de perder, en la que, entre los potentes riffs de guitarra de Sergio Muela y el bajo martilleante de Juan Tomás, hay lugar para desprenderse de la rabia contenida por la hipocresía de la sociedad, “Con tanto fantasma suelto / no queda espacio para respirar”; una pieza que, asimismo, cuenta con una versión extendida en el CD. Siguiendo esta estela se sitúa Desde tu ventana, que refleja la atracción por esa mujer casi inalcanzable, o Jugando al invitado, con un comienzo inquietante y atmosférico que recuerda a las típicas composiciones de la corriente post punk, construida a base de teclados y percusión, y que continúa con elegantes variaciones de ritmos para desembocar, antes de la estrofa final, en un pasaje instrumental realmente trepidante.

Aunque también se suceden momentos más sosegados, como en Sin corazón, con un inicio que nos transporta a la tradición del rock sureño, Con la música a otra parte, Desnudos al sol o Ninguna señal, donde las guitarras, y la batería de Antonio Sierra, escoltan a un Coppini con una voz muy versátil, amoldándose perfectamente a la melodía. Ésta será una constante en todo el disco. No obstante, el propio Germán manifestaba que estaba en su mejor momento vocal, algo que podemos corroborar en cuanto la aguja del plato reproductor empieza a deslizarse por los surcos del 12”.

Foto: Miguel Ángel Sánchez
Los miembros de Néctar siempre se han declarado grandes admiradores de las creaciones musicales de Coppini. Así que, no es de extrañar que esta influencia esté muy presente en el álbum. Por eso, muchos de estos temas nos traen a la memoria trabajos de su trayectoria en solitario como América herida (Lemuria, 2013) o Carabás (Nuevos Medios, 1996), o de cualquiera de los de Golpes Bajos. Por ejemplo, La noche, con ese tenue teclado a cargo de Andrés González, de subyugantes notas, recupera ese halo de misterio que evoca Devocionario (Nuevos Medios, 1985). Una composición desgarradora que simboliza un ambiente pesado y etéreo hasta que entran en escena los arreglos y distorsiones al más puro estilo del grunge de Seattle.

Bien es cierto que la mayoría de las canciones están interpretadas por Germán Coppini, sin embargo, tres de ellas corren a cargo de Andrés, quien demuestra sus habilidades vocales en Rebelde sin fe, Invadidos –un corte reivindicativo y de protesta con aires de blues- y en una toma alternativa de Desnudos al sol, incluido como bonus track.

El debut discográfico de Néctar cuenta con una magnífica producción, que se traduce en un espléndido sonido, y unas ingeniosas letras que no le van a la zaga. Muy variadas en cuanto a su temática, resultan muy inspiradas en Entender, “Se cuela la noche y empieza a llover / mientras me voy transformando / en lo que quiero ser. / Hoy se cerró la oficina / me pierdo en la lluvia / buscando otra piel. / Preso de una doble vida / camino al revés”; o en la emocionante Pájaros, “Aposté por la aventura / siete vidas tengo que recuperar. / Solo supe vivir una / quedan seis para pensar. (…) Tengo la cabeza / llenita de pájaros / y de vez en cuando / los echo a volar”.


Utilizando un símil futbolístico, la obra de Néctar se asemeja a la famosa ‘Naranja Mecánica’, aquella selección holandesa que, en la década de los 70, desplegó un juego preciosista de toque y constantes cambios de posición de unos jugadores que asumían indistintamente labores defensivas y ofensivas, acuñándose así el término ‘Fútbol total’. Y no únicamente por el color del vinilo, sino por la concepción de la banda como un todo, la especialización de cada uno en sus parcelas artísticas y la solidaridad entre ellos que hizo que Germán se sintiera tan ilusionado con esta nueva aventura.

En palabras de Lacárcel en el libreto: “(…) por desgracia va a pasar a la historia de la música por ser el disco póstumo de Coppini, que no el último (…)”, porque, incansable trabajador, dejó muchas piezas grabadas que se planean editar en un futuro. Él ya no estará para darlas a conocer, pero a buen seguro que, mientras tanto, sus compañeros de formación defenderán y divulgarán con orgullo las canciones de este álbum.

A la venta la edición física a través de la web de Lemuria Music y en Discos Candilejas (Málaga), y en iTunes y Amazon, en digital, que también pueden escuchar en Spotify.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 22 de agosto de 2014.

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