viernes, 26 de octubre de 2018

Siempre nos quedará tu música, Germán


Han transcurrido ya varios días pero sigue siendo duro asimilar que Germán Coppini ya no está con nosotros. El carismático cantante y compositor fallecía esta pasada Nochebuena, víctima de una enfermedad hepática que padecía desde hacía años, pero su música, su original voz y sus cuidadas creaciones continuarán muy presentes en la memoria colectiva. Porque nos deja un importante legado, con algunas de las piezas más representativas del pop español y otras, no tan conocidas, pero que también merecen la pena ser reivindicadas. Por eso, qué mejor manera de comenzar el año en este espacio que me brindan, que haciendo justicia a su trabajo y rendir así un pequeño homenaje a su extensa trayectoria con un recorrido por sus distintos proyectos y canciones.


Los inicios y el éxito: Siniestro Total y Golpes Bajos

Germán Coppini nació en Santander pero el trabajo itinerante de su padre propició que residiera en distintas ciudades. En una de ellas, Vigo, comenzaría su carrera musical a principios de los 80. Primero formando el grupo Coco y los del 1500 y después uniéndose a Julián Hernández, Miguel Costas y Alberto Torrado en la banda Mari Cruz Soriano y Los que afinan su piano, con los que cantaría en algunos de los temas que dejaron grabados para una maqueta. (La inspiración del nombre les llegó viendo la televisión en un bar, cuando apareció en pantalla la, por aquellos años, popular periodista y presentadora de TVE y de la Cadena COPE, además de pianista, Mari Cruz Soriano Roales).

En verano de 1981 la formación cambia su nombre por el de Siniestro Total (Tras un accidente de tráfico con el Renault 12 del padre de Julián Hernández, en el que el parte de daños de la aseguradora declara al coche siniestro total, deciden que ese nombre es perfecto para rebautizar a la banda) y al año siguiente consiguen publicar el EP Ayudando a los enfermos (DRO, 1982), que incluía temas como Ayatollah! o Matar jipis en las Cíes. De estas y otras emblemáticas canciones se compone uno de los discos imprescindibles del punk y de la nueva ola nacional, ¿Cuándo se come aquí? (DRO, 1982), álbum de debut de los gallegos. Germán, primer vocalista del grupo, participaría en un trabajo más, el single Sexo chungo Me pica un huevo (DRO, 1983).

La banda estaba en su mejor momento pero Coppini deseaba buscar nuevas experiencias sonoras. Así que, junto a Teo Cardalda, funda Golpes Bajos como aventura paralela. Durante un tiempo simultaneó las dos formaciones pero finalmente abandonó Siniestro Total para dedicarse íntegramente al nuevo proyecto. No fue una decisión sencilla pero el riesgo sería una constante durante su trayectoria, en la que, lejos de encasillarse, siempre apostaba por la innovación.

Coppini y Cardalda, a los que se unieron Pablo Novoa y Luis García, dejaron para la posteridad algunos de los temas más emocionantes del pop español en una breve, aunque intensa, producción discográfica: un EP homónimo -donde se incluyen Malos tiempos para la lírica o No mires a los ojos de la gente-, un larga duración, A santa compaña (Nuevos Medios, 1984), y un mini-LP, Devocionario (Nuevos Medios, 1985). En septiembre de 1985, Golpes Bajos y la etapa gallega de Coppini -a la postre, la más célebre- llegaban a su fin... por el momento. Porque Golpes Bajos tuvo una fugaz continuación. Tras el éxito de ventas obtenido por la publicación del recopilatorio Todas sus grabaciones 1983-1985 (Nuevos Medios, 1990), se reunieron en 1998 para realizar una gira y publicar un disco en directo, Vivo (Nuevos Medios, 1998). Con 4 canciones nuevas y 9 versiones de sus temas más conocidos, no tuvo, sin embargo, la repercusión que se esperaba y, por distintos motivos, la experiencia acabó mal.


Colaboraciones para todos los gustos

Músico inquieto e inconformista, y ávido explorador de nuevos horizontes, Coppini colaboró en distintos proyectos y grabó con numerosos artistas durante su carrera. Por ejemplo, en 1986 sorprendió con la publicación de un maxi-single de tres canciones junto a Nacho Cano, Edición limitada (Ariola), que incluía Dame un chupito de amor, Pepito el grillo y Divina palabra, y dos años más tarde participó junto a Alaska y Dinarama en la revisión de Bailando de Los Pegamoides.

Ya en 1990, hizo lo propio en el tema Boogaloo del disco Salud y pesetas (Grabaciones Accidentales) de Las Manos de Orlac, formación que estaba compuesta por su hermano Ernesto y Nacho Mastretta. A mediados de la década, junto a Los Cuatro Fantásticos, registró una versión de Chica de ayer de Nacha Pop para el álbum de homenaje a Antonio Vega, Ese chico triste y solitario (Área Creativa, 1993). Por esas fechas también cantó Contrabando y traición con Paco Clavel, en el disco de este último, Duets (Barsa Promociones, 1994), y colaboró en el primer trabajo de Tino di Geraldo, Burlerías (Nuevos Medios, 1994), donde interpretó El astronauta de tu corazón y Vuela, vuela pajarito. Un encuentro entre estos artistas que se repitió en 2003 en Ojalá, del álbum Tino (Parlophone Spain).

Acompañó en 1997 a Vainica Doble en los coros de Juncal, del LP Carbono 14 (Mercury, 1997) y, dos años después, colaboró otra vez con ellas en Coplillas de la mitómana, del EP Miss labores (Elefant, 1999). Mientras, en 2005, escribió letras y puso voces en el debut de Susana Cáncer, Yonolosé (La Ecléctica Madrileña). Posteriormente, en 2006, participó en Trampa en la boca, del tercer disco de los sevillanos Maga (homónimo, aunque conocido como Álbum rojo, editado por Limbo Starr). Su actividad con ellos se trasladó además a los escenarios, donde recuperaron parte del repertorio de Golpes Bajos, con el nombre de Cocoma.

Primeros pasos en solitario

En 1987 llegó su primer trabajo en solitario, El ladrón de Bagdad (Hispavox). En este disco tan ecléctico hay ritmos étnicos, algo de reggae y un acercamiento al rap, entre otros estilos. Germán siempre fue un gran conocedor y oyente de músicas muy variadas por lo que era lógico que éstas tenían que reflejarse en sus composiciones. 10 canciones entre las que destacan la que da título al álbum, Mamá África, Santiago o Alien divino, que se editó en single y consiguió alcanzar la cima de las listas de ventas ese año en España.


Trascurridos dos años se publicaba su segundo disco, Flechas negras (Hispavox, 1989). Un trabajo donde se combinan creaciones propias con versiones -como la de Cuatro rosas de Gabinete Caligari al más puro estilo jamaicano- pero que, sobre todo, incluye adaptaciones de temas clásicos del soul, como la simpática recreación del Chain of fools de Aretha Franklin –Barbazul- o la revisión, en Mujer, de uno de los himnos de la psicodelia, Alone again or de Love.


Hasta 1996 no vería la luz un nuevo álbum suyo. Su siguiente apuesta era Carabás (Nuevos Medios), marcado por la influencia de las músicas latinas. Sin embargo, fue poco comprendido porque supuso un giro bastante brusco a lo que venía realizando hasta el momento. De una gran riqueza rítmica, aquí encontramos ecos del jazz, chachachá o bolero en piezas como Mujer pirata, Querido amigo o No podrás. No tuvo demasiada suerte. Él mismo reconoció, en más de una ocasión, que una carrera de solista suponía un esfuerzo doble y, en contrapartida, obtenía menor repercusión que perteneciendo a una banda.

Rock y electrónica

A finales de 2003 se embarcó en un nuevo proyecto, Anónimos, grupo formado junto a algunos hombres relevantes de la escena ochentera como Patacho Recio (Glutamato Ye-Yé), Ñete (Nacha Pop) o Fernando Martín (Desperados). Ejerció de vocalista en la única grabación de la banda, un mini-CD homónimo de 2005, donde se incluyen temas como La ley de las tinieblas o Frida Kahlo.

Un año después llegaría otra referencia a su nombre. En esta ocasión, un disco de rarezas con grabaciones de años anteriores que no habían llegado a editarse. En Las canciones del limbo (La Ecléctica Madrileña, 2006), además de temas propios: Manouche, Daniel jazz o Muchas gracias, se encuentra una divertida versión de Centro de gravedad permanente de Franco Battiato. Un trabajo que bebe de estilos como el funk o el trip hop.

Ya en 2007, Coppini fundó, junto al productor, compositor y DJ Álex Brujas (también líder del grupo de rock gótico Stereoskop) el dúo Lemuripop. Con esta formación editó en 2008, Primo tempo (Warner), un álbum con reminiscencias del pop y del rock mezclados con la música electrónica más contemporánea y piezas como Lemuria, Las buenas palabras o una revisión de Fiesta de los maniquíes.


El olvido de las discográficas hacia sus propuestas fue uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente al final de su carrera. Pero gracias a Pablo Lacárcel, del sello Lemuria Music, Coppini publicaba algunos de sus trabajos más recientes. Entre ellos, un segundo disco con Lemuripop, Todas las pérdidas crean nudos (2012), donde sobresalen, por ejemplo, Mundo en trance o Escalofría, tema dedicado a la ciudad de Madrid.


Últimos proyectos

A pesar de su enfermedad, Germán no paró un instante. Como muestra, en el mismo 2012 salía a la venta Huellas de una voz vol.1 (Lemuria), donde recuperaba sus dos primeros álbumes en solitario y del que se esperaba que tuviera continuación con una segunda parte.

América herida (Lemuria, 2013) fue su último disco. Junto a la banda Los Voluntarios, Coppini rendía homenaje a la música latina que tanto amó, versionando 15 clásicos sudamericanos de artistas tan prestigiosos como Pablo Milanés, Víctor Jara, Violeta Parra o Daniel Viglietti, y en el que ofrece una nueva visión de canciones emblemáticas como Pobre del cantor, Vamos por ancho camino, Corazón maldito o Milonga para andar lejos.

Aunque su último proyecto, y en el que había puesto muchas ilusiones, era el iniciado con la banda malagueña Néctar, formación que estaba a punto de publicar su álbum de debut. Ya habían dado a conocer algunos de los temas que iban a formar parte del disco pero la presentación del mismo tuvo que posponerse en dos ocasiones por los problemas de salud de Germán. Una pena. No obstante, recientemente sus compañeros han manifestado que, tras asimilar el duro golpe, editarán dicho trabajo y seguirán actuando. Unos conciertos que servirán, sin duda, como sentido homenaje a su apreciado vocalista.


Germán Coppini, hombre de gran calidad humana y artística, se ha ido demasiado joven, con sólo 52 años. Pero desde aquí nunca olvidaremos su talento. Descansa en paz, genio.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 16 de enero de 2014.

jueves, 25 de octubre de 2018

Navidades Pop


Phil Spector y Darlene Love
Ya la tenemos aquí, ya ha llegado la Navidad. Tan esperada por unos y odiada por otros pero, al fin y al cabo, fechas de paz, amor, felicidad y buenos propósitos. Y qué mejor forma de celebrarlo que con un regalo. Como el que quiso ofrecer, en forma de disco, el afamado y controvertido productor musical Phil Spector con el álbum A Christmas gift for you from Philles Records en 1963. Una original y excelente compilación de canciones navideñas, interpretadas por algunos de los mejores grupos y solistas del catálogo de su sello discográfico, con las que redimensionaron el concepto de villancico y le imprimieron un carácter más contemporáneo. 

Phil Spector, después de participar activamente en varias bandas y de experimentar nuevas técnicas en estudios de grabación de Los Ángeles (California), se había trasladado a Nueva York a comienzos de la década de los 60. Allí, junto a Lester Sill, fundó su propia compañía, Philles Records, que le permitió desarrollar y perfeccionar su innovadora creación, el célebre Wall of sound (Muro de sonido). Una amalgama de sonidos emitidos por distintos instrumentos que, al unísono, producían un efecto musical denso y recargado, y al que añadía suntuosos arreglos de cuerda, viento y metales para dar forma, en su conjunto, a una especie de sinfonía pop, como si los temas fuesen interpretados por una orquesta. Bueno, difícil es explicarlo con palabras, la mejor ‘definición’ se obtiene escuchándolo.

The Crystals, 1963
Aún siendo judío, Spector adoraba la Navidad y por ello, quería reflejar el espíritu de estas fechas en un trabajo con canciones de dicha temática y aplicarles su Muro de sonido. Para conseguirlo, reunió a varios de los intérpretes que trabajaban para él: The Ronettes, Bob B. Soxx and The Blue Jeans, The Crystals y Darlene Love, y a un grupo de selectos instrumentistas -habitualmente colaboradores suyos y conocidos como The Wrecking Crew- que los acompañarían en las sesiones de grabación. Músicos de la talla del bajista Jimmy Bond, el batería Tommy Tedesco, el pianista Leon Russell o Sonny Bono -el que fuera esposo de Cher- a la percusión y con Jack Nitzsche como responsable de los arreglos.

Sin embargo, el disco fue un fracaso comercial. Se dio la fatal coincidencia de que se publicó el 22 de noviembre de 1963, el mismo día que asesinaron en la ciudad texana de Dallas a John F. Kennedy. Con un país de luto y triste por el suceso, Spector, gran admirador del presidente demócrata, decidió retirar del mercado el álbum. Consideraba que sus compatriotas no estaban para fiestas ni para canciones alegres. Esto hizo que se editaran pocos ejemplares, por lo que ahora, las copias originales son muy codiciadas. Como curiosidad, en esa misma fecha, The Beatles también sacaban a la venta en el Reino Unido su segundo trabajo, With the beatles (Parlophone). Unos Fab Four que aparecerían en la televisión de los Estados Unidos en febrero del año siguiente para revolucionar el panorama musical en todo el mundo y levantar, en cierto modo, el ánimo de la sociedad norteamericana.

Pero en 1972, Apple reeditaba el LP con una nueva portada y título: A Christmas gift for you from Phil Spector. A partir de aquí, el álbum comenzó a ser reconocido y se puso en valor su calidad, erigiéndose en uno de los clásicos imperecederos por estas fechas. Además, conseguía entrar en el puesto 6 de las listas de Billboard, en su especial dedicado a los discos navideños de ese año.


El tintineo de las campanas, los angelicales coros, la sección de percusión, el sonido de instrumentos de cuerda y viento y las guitarras, entre otros, se juntan en perfecta armonía para crear una atmósfera sonora única y entrañable. Así, temas tan populares y tradicionales como Rudolph the red-nosed reindeer y Santa Claus is coming to town, en las voces de The Crystals; Sleigh ride o I saw mommy kissing Santa Claus, interpretados por The Ronettes; White Christmas, por Darlene Love o Here comes Santa Claus, a cargo de Bob S. Soxx and The Blue Jeans, alcanzan una nueva dimensión para convertirse en agradables melodías cercanas a todos los públicos.

Phil Spector también compuso para la ocasión, junto a Jeff Barry y Ellie Greenwich, el tema Christmas (baby please come home), que canta con maestría la vocalista Darlene Love. Mientras que, en el último corte del disco, el propio productor felicita las Navidades con los artistas cantando de fondo el Silent night.

Con poco más de 35 intensos minutos, el LP es para muchos el mejor y más completo disco de canciones navideñas. Por ejemplo, para Brian Wilson de The Beach Boys, es su álbum favorito de todos los tiempos. Fue un gran hito, porque acercó algunas de las piezas más emblemáticas de esta época del año a todas las generaciones y también porque, como novedad, Spector dirigía a todos sus artistas en un mismo trabajo. Aunque su principal logro es dar la sensación de no parecer un disco de villancicos, sino cualquier LP de pop convencional, por eso se trata de un trabajo atípico y muy influyente.



Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 19 de diciembre de 2013.

A su manera

A finales de la década de los 60, Frank Sinatra no pasaba por sus mejores momentos, ni personales ni profesionales. En 1968 se había divorciado de Mia Farrow, con la que se casó en julio de 1966. Un enlace poco comprendido por la amplia diferencia de edad entre ambos -la actriz tenía 30 años menos que el cantante-. Por otra parte, su carrera sufrió un descenso de popularidad debido al cambio de gustos estilísticos del público norteamericano tras la invasión británica que, poco antes, encabezaron The Beatles'La Voz’ sobrepasaba los 50 y se encontraba algo perdido entre los jóvenes talentos que dominaban el panorama musical. El eterno crooner y seductor estaba pasado de moda. Ya no bastaba con ser un genial intérprete de standards, los grupos y solistas triunfaban con sus propias canciones.

Sinatra no encontraba temas apropiados pero necesitaba uno con el que relanzar su fama. Y este llegó con My way, al que elevó a la categoría de mito. Pero aunque siempre lo identifiquemos con él, la canción tiene una curiosa y rocambolesca historia detrás.

En Francia, el final de otra relación, en este caso entre la eurovisiva France Gall y el cantante ye-yé Claude François, sirvió de inspiración a éste para un nuevo single. Se puso en contacto con su amigo y compositor Jacques Revaux y le pidió crear un tema sobre el dolor en las rupturas de parejas. Revaux ya tenía una balada, For me, que iba a grabar la vocalista italiana Dalida. Pero no fue de su agrado, así que se la ofreció a François. Le cambiaron la letra –el encargado de escribirla fue Gilles Thibaut- y el título por Comme d’habitude para que ‘Clo-cló’, como era conocido el artista galo, la publicara en 1967. La canción, que trata de la rutina en la que se instalan algunos matrimonios (se podría traducir por Como siempre o Como de costumbre), sin embargo, no alcanzó los resultados de ventas esperados por François, acostumbrado a cosechar importantes éxitos en su país.


No obstante, muchos fueron los que vieron las posibilidades que ofrecía la canción. Por ejemplo, en el Reino Unido se apresuraron a traducir la letra al inglés convencidos de que podía tener cierta repercusión. El manager de David Bowie, Ken Pitt, solicitó al músico británico que hiciera una adaptación de Comme d’habitude y, en 1968, un joven Bowie realiza su propia versión denominada Even a fool learns to love. Por distintas circunstancias, el tema no llega a publicarse, quedando aparcado en un cajón hasta que ‘el Duque Blanco’ lo recupera -en parte- de una forma muy peculiar tres años después.

Paul Anka, 1961
Aunque, sin duda, el más aventajado de la clase fue el canadiense e ídolo juvenil Paul Anka. Éste pasaba sus vacaciones de verano en Francia cuando, en un programa de televisión, ve interpretar a Claude François Comme d’habitude y queda impresionado por la canción. Acto seguido, se hace con los derechos del tema, lo reescribe, arregla y adapta al idioma de Shakespeare y lo bautiza como My way. La pieza toma un cariz totalmente diferente y se convierte en toda una declaración de intenciones. Aquella canción de desamor había pasado a ser la historia de un hombre que, en el final de sus días, rememora los contratiempos a los que ha tenido que enfrentarse durante su vida y narra cómo los fue superando; siempre fiel a sí mismo, a su manera.

Enseguida se dio cuenta Anka de que él no era el más indicado para cantarla. Necesitaba un vocalista con más empaque y experiencia, que ofreciera más credibilidad al interpretarla. En una fiesta en Las Vegas coincide con Frank Sinatra y le ofrece la posibilidad de que sea él quien la grabe. Ya había encontrado al galán perfecto para el tema. A 'La Voz’ no le entusiasma, pero accede a registrarla, obligado por las circunstancias. La canción quedó lista el 30 de diciembre de 1968 y se publicó ya en 1969, dentro del álbum del mismo título, My way (Reprise Records).


El tema pronto adquiere una enorme popularidad y viendo esa repercusión, David Bowie decide resarcirse, también a su manera. Él había podido triunfar con su adaptación anglosajona de Comme d’habitude si le hubiesen permitido publicar aquel single Even a fool learns to love. Así que se desquitó de una forma brillante. Con unos acordes similares, compuso Life on Mars?, una canción incluida en su disco Hunky dory (RCA Victor, 1971), con la que parodiaba de alguna forma el My way de Sinatra. El músico británico diría que estaba “inspirada por Frankie”.

La canción ha sido versionada en multitud de ocasiones por los más variados artistas como por ejemplo, y por citar solo a algunos, Elvis Presley, Nina Simone, Sid Vicious –bajista de The Sex Pistols-, Estela Raval -vocalista argentina de Los Cinco Latinos- o el propio Claude François, que la tradujo al inglés en un disco para el mercado estadounidense en 1978. Con My way, Sinatra consiguió lo que necesitaba y dio un empujón a su carrera. Con esta y otras piezas –Strangers in the night (1966), Theme from New York, New York (1980)-, su figura siguió creciendo hasta erigirse en un icono cultural, pero lo más importante es que, con su interpretación, ha propiciado que se convierta en uno de los temas más célebres de la música popular del S. XX, de los que siguen emocionando cuando lo escuchas, aunque sigan transcurriendo décadas.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 12 de diciembre de 2013.

El primer grito de guerra del rock ‘n’ roll


Tercero de doce hermanos de una familia muy religiosa, Richard Wayne Penniman comenzó a tocar el piano y a cantar góspel en el coro de la Iglesia Adventista de la que su padre era sacerdote. Esa música era la única que le permitían escuchar aunque el joven Little Richard deseaba explorar otros sonidos no muy bien vistos por la sociedad de la época. Esto, unido a su homosexualidad, dio lugar a que las diferencias con su progenitor fuesen insalvables y decidiera dejar el instituto para marcharse de casa a los 15 años.

Richard desempeñó distintos oficios para ganarse la vida mientras llegaba la oportunidad de dedicarse profesionalmente a la música. Recorrió pueblos en un carro junto a un curandero para actuar en sus 'medicine shows’ -Espectáculos muy habituales en las zonas rurales del sur y oeste de Estados Unidos durante el S.XIX y principios del XX, en los cuales, falsos médicos y curanderos vendían sus pociones milagrosas mientras amenizaban a los posibles clientes con números cómicos y musicales ofrecidos desde un carro a modo de escenario- y pasó por los escenarios de numerosos locales y salas hasta que, en 1949, Johnny y Ann Johnson, un matrimonio que regentaba el club Tick Tock en su Macon natal -en el estado de Georgia-, lo acogieron y le permitieron desarrollar allí su talento musical.

Tras ganar un concurso local en 1951, grabó ocho sencillos de blues y R&B con Camden Records, una subsidiaria de RCA que, sin embargo, no obtuvieron gran repercusión. Poco a poco iba absorbiendo influencias de cantantes como Billy Wright –del que tomó su llamativa forma de vestir, el peinado, con gran tupé, y el maquillaje- o del músico Esquerita, del que aprendió la manera tan enérgica de tocar el piano. A finales de 1953 ficharía por el sello Peacock, con el que editó algunos singles al año siguiente. Seguía sin alcanzar notoriedad en el panorama discográfico pero comenzaba a dar muestras de sus cualidades e intenciones: canciones de un rhythm and blues acelerado, característica con la que definió más tarde el rock and roll.

Desanimado porque su carrera musical no despegaba, volvió a trabajar en otros menesteres, esta vez, lavando platos en la estación de autobuses de su ciudad. No obstante, le recomendaron enviar algunas de sus grabaciones a Specialty Records, propiedad de Art Rupe. El sello angelino estaba buscando su particular Ray Charles y tras seis meses de espera, finalmente se decidieron, compraron el contrato a Peacock Records y ficharon a Little Richard.

Se dirigió hasta los estudios J&M de Cosimo Matassa en Nueva Orleans, donde solían registrar sus canciones los artistas de la compañía, y con la producción de Robert ‘Bumps’ Blackwell, comenzaron las sesiones de grabación. A Richard le encantaba el sonido de Fats Domino, así que en Specialty se encargaron de contratar a algunos de los músicos de su orquesta. Las primeras tomas no funcionaron, pero durante un descanso, Richard se puso a improvisar con el piano y a cantar una letra que tenía en mente desde sus tiempos de lavaplatos. A ella añadió palabras sueltas, onomatopeyas que iban siguiendo el ritmo que le dictaba su cabeza, como si de un redoble de tambor se tratara… A-wop-bop-a-loo-bop-a-lop-bam-boom”“¡Exacto, eso es lo que necesitamos!”, exclamó Blackwell.

Pero algo no terminaba de gustar a los responsables de la discográfica. La letra era obscena y sexualmente muy explícita, por lo que tendría dificultades para pasar la censura y convertirse en el ansiado éxito que perseguía Little Richard: “Tutti frutti, good booty / if it don’t fit, don’t force it / you can grease it, make it easy”. Algo así como “Tutti frutti (una alusión a los gays), buen culito / si no entra, no lo fuerces / puedes engrasarlo, hazlo fácil”.

De este modo, se le encarga a la compositora Dorothy LaBostrie reescribir el tema para que incluya frases menos escandalosas. En poco tiempo la tiene finalizada y en unos quince minutos, Little Richard registra la canción: Tutti frutti. La pieza nunca se grabaría con aquella letra original, así que el resultado fue tal y como lo conocemos hoy. Era el 14 de septiembre de 1955 y la primera referencia del artista en Specialty era publicada en noviembre. A últimos de mes ya había entrado en las listas de R&B de Estados Unidos y más tarde llegaba al top 20 de Billboard y al 30 en el Reino Unido, aunque dos años después, como cara B de Long tall Sally.


Tutti frutti fue el primer gran éxito de la extensa carrera de Richard. Uno de los temas más relevantes de la historia del rock and roll, que sonó incansablemente en las emisoras de radio de ambos lados del Atlántico y que después fue versionado por Pat Boone o Elvis Presley, entre otros. Fue una pieza más en el entramado del nuevo estilo musical que se estaba fraguando y que iba a revolucionar la sociedad norteamericana de mediados del siglo XX.

Little Richard, el autoproclamado ‘Arquitecto del rock’, hizo que los espectadores alucinaran con su extravagante puesta en escena, sus desgarradores alaridos, la vibrante forma de tocar el piano y el ritmo vertiginoso que imprimía a sus canciones. Y todo ello, aderezado con unas letras muy picantes. Provocativo, incorrecto y de vida disoluta –que abandonó en algunos períodos para abrazarse a la fe religiosa-, el ‘Melocotón de Georgia’ acaba de cumplir 81 años y ha interpretado sus clásicos sobre el escenario hasta hace poco tiempo. Sin embargo, su delicada salud le ha hecho aparecer en menos ocasiones de las deseadas, hasta que finalmente, en septiembre, anunciaba que se retiraba de la música. “Estoy acabado”, dijo.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 5 de diciembre de 2013.

Motown, la fábrica de los éxitos


Estudio de Motown y actual museo, Detroit (Michigan)
En la actualidad, la ciudad de Detroit está sumida en una gravísima situación económica, con unos altos niveles de pobreza y delincuencia que han provocado un considerable descenso de la población. Sin embargo, en los años 50 y 60 era una gran urbe que albergaba la próspera industria automovilística y recibía a numerosas familias que habían emigrado para abastecer con mano de obra a las grandes firmas del motor como Ford, General Motors o Chrysler. Esa época de bonanza dio lugar también a una importante escena musical, con un buen puñado de sellos independientes que surgieron para reflejar dicha creatividad. La mayoría eran pequeños y poco solventes, por lo que muchos desaparecieron, pero uno de ellos llegaría a convertirse en uno de los negocios discográficos más rentables de la historia, Motown Records.

The Supremes, 1967
Su fundador, Berry Gordy Jr., fue boxeador profesional y había combatido en la Guerra de Corea como soldado del ejército estadounidense. A su regreso, en 1953, su afición por la música le llevó a montar una tienda de discos de jazz, 3-D Record Mart, que sin embargo, solo pudo mantener abierta durante año y medio. Tras el cierre empezó a trabajar en una fábrica de Ford y, después, se dedicó a componer. Para su amigo Jackie Wilson escribiría Reet petite (1957) y Lonely teardrops (1958), número 1 en las listas de R&B y su primer tema en entrar en el Hot 100 de Billboard. Las canciones estaban editadas por Brunswick Records que, al igual que otros sellos para los que cedía temas, no le pagaba ni pronto ni bien por los derechos de autor. Cansado de esta circunstancia, decidió producir sus propios discos.

The Four Tops, 1967.
Foto: Arnie Lee
Es así como, en enero de 1959, con el dinero que había conseguido y un préstamo de su familia -800 $- alquila un sótano en el 1719 de la calle Gladstone y crea la Tamla Record Company. (En un principio se iba a llamar Tammy, como una canción de 1957 interpretada por Debbie Reynolds que aparece en la película Tammy and the bachelor (Joseph Pevney) (Tammy, la muchacha salvaje), aunque obviamente, el nombre ya estaba registrado). 

Gordy empezó a reclutar jóvenes talentos negros que iba descubriendo o fichaba de otras discográficas, como William ‘Smokey’ Robinson. La primera referencia que publicó fue un single de Marv Johnson, Come to me, mientras que el primer gran éxito llegó con Money (That’s what I want) de Barret Strong, puesto 2 de R&B en 1960.

Mary Wells, 1964
Poco después, Gordy compraría un antiguo estudio fotográfico en el 2648 de West Grand Boulevard, donde fundó la editora Jobete Music y la compañía Motown -Abreviatura de Motor Town, ciudad del motor, en honor a su ciudad natal- Record Corporation, que a partir de ese momento sería el nombre de la empresa donde se aglutinarían los más de 45 sellos subsidiarios que crearía o adquiriría, como Rare Earth, VIP, Miracle o Anna Records, propiedad de sus hermanas Anna y Gwendolyn y su cuñado Harvey Fuqua. De esta forma, repartidos sus artistas, podía promocionar todo su catálogo sorteando las acusaciones del pago de payola -Método ilegal por el que las discográficas pagan una cantidad a empresarios o DJ’s de las emisoras de radio para que las canciones de sus artistas suenen en su parrilla de programación- por una única discográfica.

La casa de dos plantas, que hoy alberga el Museo Motown, tenía arriba las oficinas y abajo el estudio de grabación. En este edificio controlaría todo el proceso de creación de su particular cadena de montaje musical: “Hitsville U.S.A, el sonido de la joven América”. Y es que Gordy había creado la compañía inspirándose en el sistema de trabajo que aprendió en la industria automovilística. En este caso, en busca de la canción de pop perfecta destinada a todo tipo de públicos, sin distinción racial, algo poco habitual hasta ese momento.


Su visión empresarial le llevó a construir un perfecto engranaje de piezas que funcionaban armoniosamente para obtener los resultados más satisfactorios: contaba con los mejores artistas, que eran sometidos a una férrea disciplina a la hora de grabar, tenía en nómina a los mejores compositores y productores como Holland-Dozier-Holland, Nick Ashford o Norman Whitfield, dispuso de unos excelentes músicos de sesión permanentes, The Funk Brothers, coristas como el trío femenino The Andantes y hasta una escuela de ‘modales’, en la que Maxine Powell enseñaba a los intérpretes a hablar en público, la forma correcta de caminar, de moverse en el escenario o el vestuario apropiado.

De este modo, en enero de 1961 llega el primer top 1 de R&B y número 2 en las listas generales, Shop around de The Miracles, single que vendió un millón de copias. Y a finales de año, por fin un tema alcanza la cima de las listas en Norteamérica, Please Mr. Postman de The Marvelettes.


Motown obtuvo una enorme repercusión hasta 1971. Incluso The Beatles y The Rolling Stones sucumbieron ante la calidad de los temas surgidos de la factoría, haciendo versiones de You really got a hold on me o Money, respectivamente. Los años 60 serían los más fructíferos, con memorables trabajos de solistas y formaciones como Mary Wells, Martha Reeves & The Vandellas, The Four Tops o The Temptations, entre otros muchos. También Stevie Wonder, que publicaba en 1963 el disco en directo The 12 years old genius, primer álbum del sello en coronarse número 1. ‘Little’ Wonder se convertía en el intérprete más joven en liderar las listas. Dos años más tarde, The Supremes llegaría a ser el único grupo que publicaba cinco hits consecutivos.

Stevie Wonder, 1967
En los años 70 irrumpirían con fuerza los hermanos de Gary (Indiana), The Jackson 5. Jackie, Tito, Jermaine, Marlon y Michael Jackson colocaron cuatro singles en el número 1. Una década en la que también destacó, con grandes canciones y LP’s, Marvin GayePero aquí comenzó también el declive. En 1972, Gordy decidió trasladar el centro de operaciones a Los Ángeles, más interesado en el negocio musical para el cine. Los artistas empezaron a quejarse por los métodos de trabajo, requerían más dinero y conseguir mayor control sobre sus obras. Algunos productores y compositores se marcharon. No obstante, Motown seguía haciendo caja. En 1984, Lionel Ritchie grababa Can’t slow down, con importantes resultados económicos, mientras que desde los 90, Boyz II Men o Erykah Badu han seguido aportando réditos a la compañía, que en 1988 fue vendida a MCA y Boston Ventures por 61 millones de dólares y en la actualidad pertenece a Universal.

El sello que cambió la manera de entender la música, que ha obtenido ventas millonarias y más de 180 números uno, ha sido capaz de crear un estilo único e inconfundible, un sonido propio de soul elegante y pop pegadizo, el Sonido Motown. Parece fácil tal y como resumió Berry Gordy todos esos éxitos: KISS, “Keep it simple, stupid!” (Hazlo fácil, estúpido).


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 28 de noviembre de 2013.

Björk y el excesivo precio de la fama


En directo en Vancouver, Canadá, en 2007
1996 no fue un año sencillo para Björk. En el mes de febrero, inmersa en una extensa gira mundial de conciertos, la islandesa aterriza con su hijo Sindri en el aeropuerto de Bangkok (Tailandia). Los periodistas se acercan para conseguir alguna declaración aunque ella ha advertido que no va a atender a los medios en ese momento. Julie Kaufman, reportera de una televisión local, le da a Sindri la bienvenida a la ciudad. Björk, sin mediar palabra, se abalanza sobre ella, la tira al suelo y le propina varios golpes. Parece ser que Kaufman llevaba unos días acosándola porque le había denegado una entrevista. Aunque lo que desató la ira de la artista fue que dirigieran las preguntas a su primogénito -de 10 años por entonces-.

Björk se disculpó posteriormente con Kaufman. Estaba arrepentida por ese incidente, había perdido los nervios por la presión a la que estaba sometida y por el cansancio del largo viaje. Sólo quería proteger a su hijo. Pero este no ha sido el único encontronazo que ha tenido con la prensa. En 2008, en otra terminal, esta vez en Auckland (Nueva Zelanda), golpeó y rompió la camisa al fotógrafo Glenn Jeffrey por haberle tomado varias instantáneas sin su consentimiento.

En concierto en Finlandia, 1998
Volviendo a 1996, se produce un macabro acontecimiento que afectaría profundamente a la cantante. Ricardo López, un joven uruguayo residente en Miami, obsesionado con la artista, había tramado un plan para asesinarla. Estaba enfadado porque no recibía respuesta de las numerosas cartas que le enviaba declarándole su amor y no soportaba que Björk hubiese empezado una relación con un hombre negro, el músico y DJ británico Goldie, así que decidió elevar su fanatismo al extremo.

Ricardo fabricó una bomba con ácido sulfúrico, la ocultó dentro de un libro y la remitió al domicilio de Björk en Londres, dentro de un sobre donde se identificaba como un ejecutivo de una compañía con el pretexto de ofrecerle un guión para una película. Afortunadamente, los vecinos avisaron a la policía porque algo extraño ocurría y ésta entró en la casa de Ricardo, donde encontraron al joven muerto por un disparo de una pistola que él mismo había comprado. La habitación estaba repleta de fotos de la cantante y descubrieron más de veinte cintas donde había ido registrando con todo detalle el proceso, desde la fabricación del explosivo hasta su suicidio. Esto puso en alerta a los agentes de Scotland Yard que consiguieron localizar el paquete e impedir que saliera de las oficinas de correos hacia su destino.

Con The Sugarcubes en Japón
Semejante susto tenía que repercutir en el estado creativo de Björk. Con un nuevo disco en mente, Homogenic (One Little Indian, 1997), pero aún retumbando el eco mediático, fue imposible trabajar con tranquilidad en la capital inglesa. Dejó a Goldie y se trasladó a la provincia de Málaga, concretamente a la urbanización El Madroñal, en Benahavís, y grabó el álbum íntegro en los Estudios El Cortijo, en San Pedro de Alcántara.

Allí compuso So broken, canción inspirada por aquel suceso. Interpretada junto a Raimundo Amador a la guitarra, se incluyó como bonus track en algunas ediciones del LP. Homogenic es un trabajo más intimista y experimental que los anteriores, Debut (One Little Indian, 1993) y Post (One Little Indian, 1995). Rodeada de naturaleza y recordando su Islandia natal, quiso romper con la accesible mezcla de música de baile y pop que había publicado hasta entonces. Contó con la participación del Octeto de Cuerdas Islandés y el resultado se tradujo en excelentes temas como Jóga, Hunter o Bachelorette, en un disco donde también sorprendió la imagen de portada, con diseño de Alexander McQueen.


Björk Gudmundsdöttir ha tenido que convivir con el éxito desde bien pequeña. Comenzó el conservatorio a los 5 años y lo finalizó a los 15, convirtiéndose en la persona más joven, en aquel momento, que había finalizado los estudios de piano en su país.

Editó en single una adaptación del clásico de la música disco I love to love de Tina Charles, con gran repercusión en las emisoras de radio islandesas. Esto le valió para que, con 11 años, sacara al mercado su primer larga duración, homónimo, que vendió 50.000 copias en Islandia y donde destaca, por curiosa, la versión de The fool on the hill (Alfur út úr hól) de The Beatles.

Cannes, 2000. Foto: G. Biard
Niña prodigio, mente inquieta e iconoclasta, se enroló en distintos grupos de punk a finales de los 70, como Exodus o Jam 80, y creó su propia banda, integrada únicamente por chicas, Spit and Snot. Después formaría parte de Tappi Tíkarrass hasta que creó KUKL, grupo de rock gótico que fue germen, en 1986, de una de las formaciones más importantes de su país y de reconocido prestigio internacional en circuitos alternativos, The Sugarcubes.

Antes de editar sus discos en solitario más populares, publicó un trabajo junto al trío de jazz Gudmundar Ingólfssonar, Gling-Gló (Esmekkleysa, 1990), que daría paso a una amplia y reputada trayectoria en todo el mundo, siendo encumbrada como una de las artistas más importantes y vanguardistas desde la década de los 90. Tal es su magnetismo que también ha aparecido varias veces en la gran pantalla, por ejemplo, como protagonista de la película de Lars von Trier, Dancer in the dark (2000) (Bailar en la oscuridad, en España), con la que ganó el premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Cannes.


Artículo publicado originalmente en la web de Papel de Periódico el 21 de noviembre de 2013.