miércoles, 21 de julio de 2021

‘Germán Coppini: Colecciono moscas’, de Antonio Marín Albalate

El poeta y cantautor realiza aquí una biografía alternativa que presta especial atención al universo literario de las canciones interpretadas por el artista santanderino durante toda su trayectoria

Es este el resultado de una gran amistad. Un tributo póstumo al poder de la palabra y a la fidelidad idealista. Igualmente, a una particular forma de entender el noble oficio de la composición. Marín Albalate coincidió con Coppini en un concierto y, acto seguido, empezaron a colaborar. Participación en libros escritos por el cartagenero y musicalización de algunos de sus poemas fueron los únicos frutos que las circunstancias y el poco tiempo permitieron. La propuesta en vida de recopilar la trayectoria humana y artística de Germán, tristemente, tuvo que ver la luz tras su fallecimiento, si bien la idea inicial de un poemario dedicado al músico desde la perspectiva de la pérdida cristalizaría definitivamente en una biografía muy original.

Básicamente es una semblanza a través de las diferentes bandas y proyectos en los que intervino, acompañada de un concienzudo análisis de sus discos, temas y letras. Pero también de su aventura en solitario, arriesgada y genial, al mismo tiempo que incomprendida. No obstante, su manera de ser y su forma de pensar están también muy presentes. Al igual que el universo literario que plasmó en cada una de sus piezas. Todo ello debidamente contextualizado y con la aportación de firmas cercanas a su persona, como la su hermana Cristina, por ejemplo, para la reconstrucción de su infancia y adolescencia.

Arranca en aquellos frenéticos años ochenta que supuso la llamada Movida, y no sólo madrileña, pues aquí se pone de manifiesto el ejemplo de la fuerza creativa de la periferia: Vigo, en relación al honrado; Murcia y Cartagena, reivindicadas, aprovechando la coyuntura, por el autor. El punk y los comienzos con Coco y los del 1500, Mari Cruz Soriano y los que afinan su piano y Siniestro Total. Luego la evolución lírica en Golpes Bajos. Por último, como verso libre en una variada e importante –aunque insuficientemente ensalzada- apuesta profesional, trufada de no menos notables colaboraciones. De 1987, con El ladrón de Badgad, hasta 2016, casi tres años después de su fallecimiento, con Quimera, sin olvidar episodios de la belleza de Néctar. Una etapa final marcada por el trabajo de Pablo Lacárcel con Lemuria Music, a quien se le reconoce aquí su estupenda labor de recuperación y edición. Porque, además, queda un legado cuyo interés sigue aumentando. Entre otras, constan pruebas de iniciativas tan bonitas como la del álbum de Iván Ferreiro Cena recalentada (WEA, 2018), el libro de Xavier Valiño Escenas olvidadas (EfeEme, 2018) o los conciertos de homenaje tras su muerte.

Bordeando los márgenes de la música, Antonio Marín Albalate disecciona el credo político y el compromiso social de Coppini, rescata extractos de entrevistas en diversos medios de comunicación, desempolva textos inéditos y desperdigados e informa de su contribución a un buen puñado de obras, como las publicadas sobre Pablo Guerrero, Patxi Andión o Luis Eduardo Aute. Asimismo, se recogen testimonios de otros protagonistas, como Pablo Sycet, Miguel Costas, Pablo Novoa o Paco Clavel, en recuerdo del santanderino. Como corolario a Colecciono moscas, el escritor cartagenero dedica cinco poemas y una canción al círculo familiar y más íntimo del artista. Emotivo y preciosista, este volumen no se ciñe a un mero repaso de la carrera de Germán, sino que la examina y actualiza con el objetivo de (re)descubrir el talento y la genialidad existente tras su firma y, de este modo, revalorizar su figura.


Germán Coppini: Colecciono moscas. Antonio Marín Albalate. Editorial Milenio. Lleida, 2020. 226 páginas. ISBN: 978-84-9743-893-3.

Lucía Martínez & The Fearless: en órbita

Como un cohete sale lanzado el trabajo homónimo de la percusionista viguesa Lucía Martínez con sus 'sin miedo', el combo de instrumentistas alemanes que le acompañan en este proyecto vanguardista, marcado por un espíritu viajero y con algunos sonidos poco habituales en la escena, como pueden ser los que emiten la trompa o los giradiscos y la mesa de mezclas. Editado por Karonte/Nuba Records y grabado en Berlín a finales de 2018 en los Bonello Tonstudio bajo dirección de Martin Ruch, cuenta con producción de la propia baterista, quien firma la composición y los arreglos de todos los temas menos el último, The end of the world, pieza de Sylvia Dee y Arthur Kent que Skeeter Davies popularizara en 1962 y que aquí defiende con soltura la vocalista de blues Kyra Garéy.


Por su parte, Oumuamua, el corte que sirve de despegue, transmite ya esa fuerza necesaria para el ascenso a los cielos. Dicho vocablo significa “explorador” en idioma hawaiano y hace referencia a ese objeto descubierto en 2017, algo desconocido, que deambula por el universo. Mientras, el scratching cortesía de Vincent Graf von Schlippenbach, a.k.a. DJ Ill Vibe, le confiere un ambiente espacial que transita veloz hasta la ruptura rítmica que provoca la entrada de la guitarra de Ronny Graupe, todo ello cabalgando sobre el repiqueteo de las baquetas. El desvanecimiento final, cual robot sin pilas, intensifica esa ilusión de experimentar la ingravidez.

Igualmente, en otras ocasiones, los ruiditos surgidos de los platos y el dulce soplido de Benjamin Weidekamp al clarinete bajo, dan la sensación de presenciar, por momentos, a unos verdes alienígenas bajar de su nave y observar cómo se acercan. Es lo que ocurre, por ejemplo, en Un rayo de luz conmovedor, con magistral ejecución de Martínez y con fragmentos de ritmos étnicos que van buscando los resquicios entre el magma sónico expuesto. Por otro lado, en Por qué brillan las estrellas, el camino se bifurca entre la expedición por el espacio y por las grandes obras de la historia del cinematógrafo. Porque tras la amplia introducción del contrabajo que toca Marcel Kröniker y el aroma a bolero, entre el que quiere emerger un tango, se nos invita a pasar la tarde en un banco del parque frente a un colorido carrusel art déco de los felices 20.


El cine, como decíamos, es otro de los grandes protagonistas de este elepé. Los guiños aparecen desde el arte gráfico de Mario Burbano. Así, en el interior de la funda, entre imágenes de la NASA, resalta la famosa frase pronunciada por Bruce Lee en su última entrevista televisiva: “Be water, my friend”. El actor estadounidense de origen chino también es homenajeado en la canción Water can flow or it can crash, en la que la melodía hace sentir esa fluidez acuosa que en cualquier momento puede romper. Igual sucede con otra figura del séptimo arte como Marlene Dietrich, a la que se le honra por partida doble: Ich habe noch einen koffer in Berlín -ideal para utilizar de música incidental- y Lo quisimos todo, con samplers de su voz y la reproducción del crepitar del paso de la aguja sobre los surcos del vinilo para emocionar en una atmósfera cálida y retro.

Asimismo, el tándem Sergio Leone/Ennio Morricone está bien representado en el penúltimo corte, una perfecta recreación de los paisajes del spaguetti western que te harán sentir el polvo en la cara al caminar, decidido, sobre la tierra y bajo un sol abrasador, para batirte en duelo con otro forajido, alcanzando el cenit al oír las notas de corneta de Morris Kliphuis. Aunque, en esta propuesta junto a The Fearless, además de las horas de películas, la memoria de Lucía Martínez tiene espacio para su Galicia natal -a la que rememora en la inquietante calma que desprende El otro mar y la nostálgica Por qué el mar se apresura a la orilla- y para algunos toques literarios como el shakesperiano apunte de E o resto é silencio o la dedicatoria a su amigo y escritor Agustín Fernández Paz en O único que queda é o amor.

sábado, 19 de junio de 2021

‘Música y leyenda. La historia del proyecto musical de Ángel Álvarez’, de Javier Lodín

Un recorrido por los entresijos de los programas radiofónicos ideados por el comunicador asturiano, desde Caravana Musical y Vuelo 605, los pioneros y más recordados, pasando por otros más especializados o temporales, como Alta Fidelidad, La Torre de Manhattan, Los Clásicos de la Música Ligera o Imagen de un Famoso

Tan valioso es dejar registrada para la posteridad la trayectoria de bandas, intérpretes o canciones de la música popular de un país -mediante libros o artículos profusos- como las vías de difusión con las que contaron dichas manifestaciones artísticas. Por eso, entre otras cuestiones, debe ser tan celebrada la aparición de este ensayo sobre aquellos programas de radio tan innovadores y significativos para sus oyentes que resultaron ser Caravana Musical y otros derivados del ingenio de Ángel Álvarez.

Uno de sus muchos acompañantes de los viajes en la carreta y en el jet, el economista madrileño Javier Lodín, es el encargado de analizar cómo se forjó su proyecto musical, en qué consistió y por qué fue tan trascendental para unos jóvenes a los que tanto les marcó lo que escuchaban en esos espacios que sintonizaban puntualmente en el dial. Pero, con sólo decir que su sombra en algunos profesionales actuales del medio es muy alargada y que sus seguidores siguen contactando varias décadas después para hablar sobre aquellos sonidos, podemos hacernos una idea de por qué mantiene esa aura legendaria.

Música y leyenda, publicado por Piezas Azules, la editorial que comanda Patricia, hija del escritor, comienza narrando cómo un radiotelegrafista de Iberia, apasionado de su trabajo, pero también de la música, llevaba años con el propósito de compartir con la juventud los muchos discos que desde mediados de los cincuenta iba adquiriendo en los ratos libres de sus vuelos, sobre todo, por diferentes ciudades de Estados Unidos. Hay que hacer un esfuerzo para situarse en el momento, 1960, para llegar a comprender la revolución que esas intenciones iban a suponer. En un país atrasado y aislado, los nuevos géneros que se popularizaban en Norteamérica o en el Reino Unido -country, folk, rock ‘n’ roll...- ni se comercializaban ni se oían. Como mucho, alguna formación patria defendía, traducido al castellano, alguno de esos temas. Mientras, los que más sonaban eran, por ejemplo, José Luis y su guitarra, Lucho Gatica o José Guardiola, si bien Raúl Matas en su Discomanía emitía de forma esporádica a Paul Anka o a Elvis Presley. Así que, con el nacimiento de Caravana Musical en abril de ese año, escuchar temas de Jim Reeves, Sam Cooke o Johnny Burnette causaría un cataclismo que engancharía a muchos chavales.

A esos incondicionales se les conocerá como caravaneros y también tendrán su cuota de protagonismo. Porque Ángel Álvarez no concibió simplemente un programa en las ondas con elementos novedosos, que ya de por sí tiene su mérito, sino que construyó a su alrededor toda una organización de funcionamiento interno y de confluencia para los aficionados. Algunos elegidos entraron a formar parte de esa estructura que, en la oficina de la madrileña calle Mayor, desarrollaban una actividad frenética: creación de contenidos, elaboración de biografías de artistas, etc. Igualmente, se nombraron jefes de distrito para la difusión de información entre colaboradores cercanos en la capital y se instauró la figura del socio, con carnet y con derecho a recibir noticias u obtener ventajas, previo pago mensual de una cuota. Sí, efectivamente, una red social. Unos cuantos años antes. Igual que la que en el siglo XXI muchos han empleado para reencontrarse, continuar exponiendo inquietudes y, por su puesto, iniciar debates y defender sus opiniones.

Otro punto en común para los viajeros fue el auditorio de La Voz de Madrid, en el que se congregaban los domingos por la mañana para disfrutar de audiciones, participar en concursos o ver actuaciones como las de Los Relámpagos o Pekenikes. Incluso asistir al debut de formaciones que surgieron del seno de dicha comunidad, como Nuestro Pequeño Mundo o Almas Humildes.

Aunque, sin duda, el gran legado de Ángel Álvarez, que salía de aquel centro de reunión de ayudantes, consistió en la confección de los Caravana Hit Paraders y los Series Doradas, en los que buena parte de la decisión final correspondía a Carlos ‘Charlie’ Domínguez, hombre de confianza y redactor de los guiones, entre otras funciones. Esas listas de éxitos propias fueron la guía de los caravaneros, quienes aún buscan esas canciones como tesoros que necesitan incorporar a sus colecciones. Aquí encontrarán datos, historias y anécdotas sobre muchas de ellas.

Asimismo, se destaca la importancia para el mantenimiento de Caravana Musical que entrañó el patrocinio de El Corte Inglés, calificado por Lodín como “milagroso” y “asombroso”. Entre otras cosas, porque promocionaba un buen número de discos que no se vendían ni en sus almacenes ni en ningún otro sitio. Por no hablar de lo deseadas que fueron las hojas informativas de colores que repartían.

Música y leyenda es una obra de fan que a los simpatizantes sacará una lagrimita de emoción y sorprenderá gratamente al que se acerque al universo caravanero por primera vez. Además de documentos inéditos, testimonios de personas relevantes o la relación completa de los Series Doradas hasta 1974, resulta conmovedor cómo el autor relata su conversión en radioyente de Ángel Álvarez y el recuerdo, reivindicativo, del estilo cercano, pausado y descriptivo en los comentarios del asturiano, responsable, en cierto modo, de una saga de afamados nombres que trabajarían para la industria y el periodismo musical, como Fernando Salaverri, Rafael Revert, Luis Cuevas o Manolo Fernández.


Música y leyenda. La historia del proyecto musical de Ángel Álvarez. Javier Lodín González. Piezas Azules Editorial Independiente. Madrid, 2020. 366 páginas. ISBN: 978-84-947745-6-0. 

sábado, 24 de abril de 2021

‘Fernando Arbex. Un mundo diferente’, de Manolo González

El periodista donostiarra realiza un retrato poliédrico de la trayectoria artística del músico, compositor y productor madrileño con la ayuda de los testimonios de familiares, compañeros y otros profesionales que compartieron momentos clave de la existencia del protagonista.

Lo primero que hay que dejar claro es que el autor de Fernando Arbex. Un mundo diferente no es el mismo ni tiene ningún parentesco con el bajista de la primera formación de Los Brincos. Por lo que la información que aquí se aporta es fruto de la investigación, del coleccionismo por afición a la persona o el acercamiento a través de entrevistas con sus allegados y no porque Manolo González Gómez lo haya vivido desde dentro. La segunda cuestión que habría que resaltar, tal y como se advierte en la introducción, es que este volumen salda una deuda con una de las figuras principales de la historia de la música popular española del S. XX. Así que, estamos de enhorabuena, independientemente de la valoración que podamos hacer de sus páginas, ya que todavía existen demasiados personajes trascendentales de la industria de este país que no son lo suficientemente conocidos para el gran público y con Fernando Arbex ya se ha solventado el descuido. Urge subsanar, por tanto, el resto de carencias y completar el puzle.

El trabajo editado por Milenio repasa la carrera del prolífico creador e instrumentista de forma cronológica y divide en etapas significativas su actividad en relación con sus diferentes proyectos. Además, para una mejor comprensión, González inicia cada capítulo con unas pinceladas sobre el contexto social y musical de cada periodo. De esta manera, y con textos que funcionan como breves biografías de las bandas en las que participó, descubriremos los tempranos inicios de Arbex con la percusión en su casa de la calle Almagro y su condición de pionero del rock ‘n’ roll patrio con su ingreso en Los Estudiantes; el éxito con una de las formaciones más importantes de los sesenta, como Los Brincos, en sus diversas fases, que abarcaron desde el pop más melódico al rock progresivo; la breve pero interesante propuesta de Alacrán y la, por fin, tan ansiada repercusión internacional al frente del sonido caliente de Barrabás, para los que sólo tocaría la batería en el primer LP, homónimo de 1971, y tras el que dejaría los escenarios para centrarse en su cada vez más intensa labor de composición y producción.

Facetas estas últimas que cuentan con un episodio concreto en este libro pero que, se entiende, sobrevuelan el conjunto. Aquí de lo que se trata es de destacar varios hitos, aunque también los fiascos y otros casos incomprendidos. Y es que cerca de 500 temas firmados de su puño y letra conforman su currículo, algunos tan notables como El río (Hispavox, 1968) o Yo sólo soy un hombre (Hispavox, 1969) para Miguel Ríos, Soley Soley (RCA, 1971) para los eurovisivos Middle of the Road o El chico de la armónica (RCA, 1971) que interpretó Micky. Igualmente, otros como Massiel, Peret, Mike Kennedy o Camilo Sesto defenderían composiciones suyas, mientras que en el apartado de la producción localizamos ejemplos tan dispares como Beans (Zafiro, 1979), el larga duración en el que Sergio y Estíbaliz fueron seducidos por la fiebre discotequera; Ciudadanos del imperio de Aviador Dro (DRO, 1986) e incluso anuncios publicitarios –Nivea, Gallina Blanca-, por citar sólo unos pocos. Mención aparte para la recuperación, 28 años después, del Hi-Jack de Barrabás a cargo de Jennifer López, que empleó un fragmento de la misma en Jenny from the block (Epic, 2002).

El tramo final, que comienza con las aventuras de Arbex desde los años ochenta, muestra sus iniciativas más particulares e innovadoras, si bien es cierto que son las menos extendidas entre los aficionados: El caballero del arco iris (CBS, 1981), una suite para ballet que aunaba música electrónica y clásica con poemas de Gloria Fuertes; su acercamiento a la corriente new age con The Dawn en los noventa; la aportación al musical La maja de Goya (1996) dirigido por Vicente Escrivá o la pieza sinfónica por la paz, encargo del líder palestino Yasir Arafat, Bethlehem 2000 (RCA, 2000). Asimismo, entrados ya en el presente siglo, se recuerda la vuelta a los escenarios de unos Brincos renovados, con álbum de material inédito incluido –Eterna juventud (EPF Entertainment, 2000)- o ese disco póstumo que aún espera ver la luz, El concierto de las tres culturas, una superproducción para guitarra y orquesta.

Como apuntábamos, las líneas de Un mundo diferente están enriquecidas con las revelaciones de varias voces cercanas a Fernando Arbex. Su hijo Rodrigo, sus hermanas Carmen y Rosetta, Miguel Morales (Los Brincos, Barrabás), Ignacio Martín Sequeros (Pekenikes), Pepe Barranco (Estudiantes, Pekenikes), Joaquín Torres (Los Pasos e ingeniero de sonido), Pedro Ruy-Blas, la directora musical Maryní Callejo, los periodistas José Ramón Pardo o César Campoy (biógrafo de Los Brincos), la representante legal de sus herederos, Teresa Fernández Ramos, y muchos más, realizan sus aportaciones para una interpretación integral de la historia. No obstante, y aunque Manolo González avisa, se echan en falta más datos personales del artista. Una de las pocas concesiones en este sentido es su estancia en prisión durante cuatro meses a finales de 1991, que es justificada porque la experiencia influiría posteriormente en su música. Pero, por el contrario, no se indica la enfermedad ni la causa de su muerte, que se produce al mismo tiempo que se terminaba El concierto de las tres culturas. A pesar de estas pequeñas consideraciones, estamos ante un ensayo imprescindible sobre una mente inquieta y adelantada a su tiempo, además de un precursor que allanó el terreno a los siguientes ejecutantes de la escena patria. Ojalá más publicaciones como ésta.


Fernando Arbex. Un mundo diferente. Manolo González Gómez. Editorial Milenio. Lleida, 2019. 362 páginas. ISBN: 978-84-9743-878-0.

viernes, 29 de enero de 2021

‘Jorge Martínez, conversaciones ilegales’, de Carlos H. Vázquez

Un repaso sin cortapisas a la vida, obra y milagros del artista asturiano en una extensa charla conducida por este periodista madrileño especializado en el género de la entrevista  
 
Puede que éste sea uno de los pocos libros sobre un militante del rock que más se acerque a la literatura de autoayuda. Aunque no se recomienda tomar todo al pie de la letraese ímpetu que transmite Jorge Martínez en la denuncia de las injusticias te hace sentir poderoso para rebelarte ante quienes pretenden pisotearte. Igualmente, es tan constante el humor que practica cuando describe sus recuerdos y ocurrencias, que buena parte del tiempo lo pasas riendo sin control. Y eso se traduce en una mayor felicidad a medida que transcurren las páginas de Conversaciones ilegalesGenio y figura, aartista nacido en Avilés no le cuesta entrar al trapo. Ni se va a callar lo que piensa a estas alturas. Por lo tanto, si ya estábamos acostumbrados a grandes dosis de sinceridad en sus apariciones en los medios de comunicación tras más de cuatro decenios de carrera, aquí lo disfrutarás en versión extendida. 

Es el de Ilegales un caso curioso dentro del ecosistema musical patrio. No lo encuentras entre el bando de los ilustres ni en el de los subterráneos. Pero tal vez sí es de los más auténticos y fieles a su idea, además de ofrecer un sonido en directo que pocos alcanzanTal y como ocurre con su líder, carismático personaje de distinguido linaje, culto perfeccionista en el trabajo, pero también indómito, beligerante y con debilidad -qué contradicción- por los vicios. Sexo, drogas y rock ‘n’ roll. ¿Había alguien más autorizado para poner estos tres elementos sobre la mesa?

El presente volumen acerca al lector la personalidad de Jorge, pero también los entresijos de su trayectoria, tanto personal como profesional, porque su existencia avanza ligada en casi todo instante a la banda de sus entretelas. Todo ello y mucho más es lo que consigue extraer Carlos H. Vázquez del protagonista en cada una de las directas y hábiles cuestiones que le plantea, sin que ninguna línea roja frene la autenticidad y la espontaneidad del relato. Por eso, al transitar por el itinerario biográfico de Martínez descubrimos su estancia de niño en un colegio militarizado, su afición a coleccionar indios, vaqueros y soldaditos de plomo al igual que hace con las guitarras, los inicios de su idilio con la música y sus influencias, su paso por la mili, su habilidad con los pinceles o el submarinismo, entre otros. 
  
En cuanto a los aspectos estrictamente musicales, en estas líneas se pormenorizan sus comienzos fogueándose en orquestas -como Los Siete Magníficossi bien siempre eran seis u ocho integrantes- o con el trío Madson, aunque, sobre todo, se organiza una ruta guiada por la discografía ilegal y sus circunstancias: miembros en nómina durante estos años, relación con la industria y, en especial, con las discográficas, managers, aceptación en Sudamérica, controversias con los títulos, temáticas o mensaje de las canciones... sin olvidar otros proyectos como Los Profetas y Los Magníficos, de mucho más recorrido este últimoorientado hacia el folclore latino.  
   
Como se apuntaba, Jorge Ilegal no elude ninguna polémica. Por eso, vierte sin sutilezas sus opiniones sobre sus fobias musicales, la pericia instrumental de algunas bandas, la política y lo políticamente correcto, las drogas y el alcohol y sus consecuencias, las malas prácticas de los ayuntamientos en la contratación para conciertos, la frecuencia de aparición en las radiofórmulas, la SGAE o la muerte. Asimismo, retoma episodios espinosos como la refriega en los camerinos del RockOla con uno de los Gabinete Caligari y otras muchas broncas y problemas con la policía derivados de la “delincuencia de baja intensidad”.
 
No obstante, los pasajes más surrealistas y divertidos que se han plasmado en este dilatado diálogo saltan cuando Jorge muestra su vis cómica a la hora de narrar algunas de las hazañas de su trepidante biografía. Los chascarrillos sobre el sexo, su mítico 'stick' de hockey, el encontronazo escatológico con María Teresa Campos antes de salir a un plató de televisión, las discusiones con rostros populares como participante en programas de la pequeña pantalla o el aprendizaje que ha obtenido viendo partidos de fútbol proporcionan unos momentos tan desternillantes que crean una adicción a conocer más peripecias suyas.  

A estas Conversaciones ilegales, con prólogo y preludio de Jesús Ordovás e Igor Paskual, respectivamente, y epílogos de Edu Galán y Andrés Calamaro, se aconseja completarlas coel visionado del documental Mi vida entre las hormigas (Juan Moya y Chema Veiga, Universal Music, 2017). Estamos ante un texto al que sólo le falta poder ver la expresión de la cara de Jorge Martínez cada vez que responde a las preguntas de Charly Vázquez. Una lectura que, si ya de por sí es una experiencia placentera, una vez finalizada sólo te entran ganas de tomarte unas cervezas y repartir hostias ejemplarizantes. Con moderación las primeras y figuradas las segundas, por favor.  

 
Jorge Martínez, conversaciones ilegales. Carlos H. Vázquez. EfeEme. Valencia, 2019. 224 páginas. ISBN: 978-84-95749-25-3