sábado, 19 de junio de 2021

‘Música y leyenda. La historia del proyecto musical de Ángel Álvarez’, de Javier Lodín

Un recorrido por los entresijos de los programas radiofónicos ideados por el comunicador asturiano, desde Caravana Musical y Vuelo 605, los pioneros y más recordados, pasando por otros más especializados o temporales, como Alta Fidelidad, La Torre de Manhattan, Los Clásicos de la Música Ligera o Imagen de un Famoso

Tan valioso es dejar registrada para la posteridad la trayectoria de bandas, intérpretes o canciones de la música popular de un país -mediante libros o artículos profusos- como las vías de difusión con las que contaron dichas manifestaciones artísticas. Por eso, entre otras cuestiones, debe ser tan celebrada la aparición de este ensayo sobre aquellos programas de radio tan innovadores y significativos para sus oyentes que resultaron ser Caravana Musical y otros derivados del ingenio de Ángel Álvarez.

Uno de sus muchos acompañantes de los viajes en la carreta y en el jet, el economista madrileño Javier Lodín, es el encargado de analizar cómo se forjó su proyecto musical, en qué consistió y por qué fue tan trascendental para unos jóvenes a los que tanto les marcó lo que escuchaban en esos espacios que sintonizaban puntualmente en el dial. Pero, con sólo decir que su sombra en algunos profesionales actuales del medio es muy alargada y que sus seguidores siguen contactando varias décadas después para hablar sobre aquellos sonidos, podemos hacernos una idea de por qué mantiene esa aura legendaria.

Música y leyenda, publicado por Piezas Azules, la editorial que comanda Patricia, hija del escritor, comienza narrando cómo un radiotelegrafista de Iberia, apasionado de su trabajo, pero también de la música, llevaba años con el propósito de compartir con la juventud los muchos discos que desde mediados de los cincuenta iba adquiriendo en los ratos libres de sus vuelos, sobre todo, por diferentes ciudades de Estados Unidos. Hay que hacer un esfuerzo para situarse en el momento, 1960, para llegar a comprender la revolución que esas intenciones iban a suponer. En un país atrasado y aislado, los nuevos géneros que se popularizaban en Norteamérica o en el Reino Unido -country, folk, rock ‘n’ roll...- ni se comercializaban ni se oían. Como mucho, alguna formación patria defendía, traducido al castellano, alguno de esos temas. Mientras, los que más sonaban eran, por ejemplo, José Luis y su guitarra, Lucho Gatica o José Guardiola, si bien Raúl Matas en su Discomanía emitía de forma esporádica a Paul Anka o a Elvis Presley. Así que, con el nacimiento de Caravana Musical en abril de ese año, escuchar temas de Jim Reeves, Sam Cooke o Johnny Burnette causaría un cataclismo que engancharía a muchos chavales.

A esos incondicionales se les conocerá como caravaneros y también tendrán su cuota de protagonismo. Porque Ángel Álvarez no concibió simplemente un programa en las ondas con elementos novedosos, que ya de por sí tiene su mérito, sino que construyó a su alrededor toda una organización de funcionamiento interno y de confluencia para los aficionados. Algunos elegidos entraron a formar parte de esa estructura que, en la oficina de la madrileña calle Mayor, desarrollaban una actividad frenética: creación de contenidos, elaboración de biografías de artistas, etc. Igualmente, se nombraron jefes de distrito para la difusión de información entre colaboradores cercanos en la capital y se instauró la figura del socio, con carnet y con derecho a recibir noticias u obtener ventajas, previo pago mensual de una cuota. Sí, efectivamente, una red social. Unos cuantos años antes. Igual que la que en el siglo XXI muchos han empleado para reencontrarse, continuar exponiendo inquietudes y, por su puesto, iniciar debates y defender sus opiniones.

Otro punto en común para los viajeros fue el auditorio de La Voz de Madrid, en el que se congregaban los domingos por la mañana para disfrutar de audiciones, participar en concursos o ver actuaciones como las de Los Relámpagos o Pekenikes. Incluso asistir al debut de formaciones que surgieron del seno de dicha comunidad, como Nuestro Pequeño Mundo o Almas Humildes.

Aunque, sin duda, el gran legado de Ángel Álvarez, que salía de aquel centro de reunión de ayudantes, consistió en la confección de los Caravana Hit Paraders y los Series Doradas, en los que buena parte de la decisión final correspondía a Carlos ‘Charlie’ Domínguez, hombre de confianza y redactor de los guiones, entre otras funciones. Esas listas de éxitos propias fueron la guía de los caravaneros, quienes aún buscan esas canciones como tesoros que necesitan incorporar a sus colecciones. Aquí encontrarán datos, historias y anécdotas sobre muchas de ellas.

Asimismo, se destaca la importancia para el mantenimiento de Caravana Musical que entrañó el patrocinio de El Corte Inglés, calificado por Lodín como “milagroso” y “asombroso”. Entre otras cosas, porque promocionaba un buen número de discos que no se vendían ni en sus almacenes ni en ningún otro sitio. Por no hablar de lo deseadas que fueron las hojas informativas de colores que repartían.

Música y leyenda es una obra de fan que a los simpatizantes sacará una lagrimita de emoción y sorprenderá gratamente al que se acerque al universo caravanero por primera vez. Además de documentos inéditos, testimonios de personas relevantes o la relación completa de los Series Doradas hasta 1974, resulta conmovedor cómo el autor relata su conversión en radioyente de Ángel Álvarez y el recuerdo, reivindicativo, del estilo cercano, pausado y descriptivo en los comentarios del asturiano, responsable, en cierto modo, de una saga de afamados nombres que trabajarían para la industria y el periodismo musical, como Fernando Salaverri, Rafael Revert, Luis Cuevas o Manolo Fernández.


Música y leyenda. La historia del proyecto musical de Ángel Álvarez. Javier Lodín González. Piezas Azules Editorial Independiente. Madrid, 2020. 366 páginas. ISBN: 978-84-947745-6-0. 

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